Creo
que no es necesario mencionarlo, pero, antes de nada, aviso de que este es un
blog personal, y mis opiniones son sólo eso: opiniones, y mías. Que nadie se
sienta aludido para mal, ni se ofenda porque no pensamos igual, ¿de acuerdo?
Dicho
lo cual, pasamos al lío. IX Triatlón Valle de Buelna, distancia medio Iron Man,
1.900 m natación-90 km bicicleta-21 km carrera a pie.
Como
mientras escribo estoy escuchando música, voy a poner banda sonora a esta
entrada del blog. Que no se diga que no me preocupo por vosotros: JOHN FOGERTY (WROTE A SONG FOR EVERYONE)
Los
preparativos de siempre para el triatlón, al final se hace todo muy mecánico y
rutinario. Simplemente, en pruebas de media distancia, que llevo 5
barritas-geles, el bidón aero del manillar, con isotónico+carbohidratos, y otro
con agua, más los recambios de cámaras y botellas de CO2.
Llegamos
a la playa de Comillas, con un ambiente espectacular, como siempre. Casi 300
participantes, le dan un colorido al parking, de cuidado. No dejo de saludar a
los numerosos conocidos (más bien diría amigos, en la mayoría de los casos). De
mi equipo, el TRIATLÓN COSTA QUEBRADA, Alejo, Aitor, Álex, Guti, Oli y un
servidor. El presi, Carlos, esa misma mañana tuvo que desistir, por dolor de
cabeza (es otra forma más diplomática de decir que estaba acojonado, pero lo
respeto, jaja).
Mi entrenador
estaba por allí, en labores de bombero (no torero), y aprovechando a darme un
último consejo: ¡dale!
El famoso
y nunca bien valorado resto del “Comando Menorca” vino a animarme. Calon, Mery,
Anuca y Estef, luchando contra el tedio y la lluvia, jeje. Y además me hicieron
el favor de llevarme el coche de Comillas hasta Los Corrales de Buelna.
Bebo
cada poco isotónico, hasta prácticamente la hora de pisar la arena para ir a
calentar un poco al mar, cuatro brazadas y para la orilla, a la cámara de
llamadas. Como es habitual, las chicas salen a las 14:00, con el mar
prácticamente en calma, aunque el celaje se va poniendo feo poco a poco. Pero nada
que no supiéramos, todo parecía indicar que nos íbamos a mojar. A las 14:30 dan
nuestra salida, no noto ningún agobio, pero sí que el mar parece estar algo más
movido de lo que aparentaba en la orilla, demonios…
Llegamos
a la primera boya, y al encarar a la segunda, bofetones. Sí, pero del mar, en
forma de viento y olas, muy molesto. Lo mismo al girar hacia la orilla, a
completar la primera vuelta de 900 m prevista, si bien, por suerte, mi lado más
favorable para respirar (el izquierdo) estaba resguardado de los tragos de
sales minerales marinos no deseados. Y en un momento que levanto la cabeza para
orientarme bien, soy consciente del caos que el mar ha producido: un grupo de
gorritos amarillos, blancos y rojos, por todas partes, desperdigados. Brazos sacudiendo,
o más bien, pegándose con el agua, un total descontrol.
No me parecía posible que, el mismo perfil de agua que teníamos, apenas media hora antes, se hubiese tornado tan inestable e incómodo. Ni que decir tiene, que tardo lo que me parece una eternidad en llegar a la orilla. Me parece escuchar algún grito de ánimo (después supe que alguno fue de aviso, para que parase), corro por la orilla hasta encontrar un hueco en la rompiente de las olas, y para adentro de cabeza otra vez.
No me parecía posible que, el mismo perfil de agua que teníamos, apenas media hora antes, se hubiese tornado tan inestable e incómodo. Ni que decir tiene, que tardo lo que me parece una eternidad en llegar a la orilla. Me parece escuchar algún grito de ánimo (después supe que alguno fue de aviso, para que parase), corro por la orilla hasta encontrar un hueco en la rompiente de las olas, y para adentro de cabeza otra vez.
Por
supuesto, sin referencias de ningún tipo, como decía antes, se mezclaban todas
las personas que entraban y salían, y no había grupos definidos. Consigo enlazar
con un par de chicos para ir a pies y no tener que preocuparme mucho de ir
controlando cada poco tiempo la boya, centrándome sólo en bracear de la manera
más eficiente posible. Economía, ante todo, que la carrera es muy larga.
Alrededor
de los 400 m de esta segunda vuelta, me cruzo de frente con 2 o 3 personas que
salen por donde nosotros entrábamos, y pensé que estaban bastante
desorientados, simplemente. Sigo avanzando, y “mis compañeros de viaje” se
paran a la izquierda, junto a un grupo de otros 10 o 15, flotando, hablando
entre ellos, y, como no entiendo nada, sigo a lo mío. Cuando ya rozaba la
primera boya con la punta de los dedos, unos pitidos de silbato me hacen girarme,
y veo a un juez sobre una zodiac gritándome que se ha suspendido el sector de
natación. Perfecto. A 500 m de la costa, el mar peleón, y voy a seguir cansándome
para nada.
Pero
no voy a ser hipócrita, me encontraba muy bien, con fuerza, de modo que, media
vuelta, y para la orilla a ver qué contaban por allí. Y es en este transcurso,
cuando me doy cuenta de la situación tan complicada que se estaba viviendo
allí. Lanchas y motos de agua llevando a triatletas hasta la orilla, entiendo
que pasando por dificultades. De hecho, una de las lanchas veo que se me
aproxima por un costado, se me quedan mirando, y como sigo nadando a buen ritmo
y tampoco parece que esté haciendo autostop, me dejan allí, haciendo unos
largos bien a gusto.
Piso
la arena de nuevo, y veo 30 y bastantes minutos (según el GPS, he hecho unos
1700 m). Todos los triatletas reunidos, con Bardy Castillo, el organizador de
la prueba, y los jueces. Se decide continuar, el que quiera, pero avisan de que
un vendaval ha arrasado los boxes, moviendo bicis, haciendo volar cascos y
gafas…
Rápidamente
me acerco a la orilla del mar de nuevo, para quitarme bien el neopreno, y
correr más cómodo por la arena, entro a boxes, dejo el neopreno a mis amigos, y
veo, alterado, que no tengo casco, gafas, ni manguitos. Cojonudo. Miro a todos
lados, entre otras bicis, y nada, hasta que, por fin, 3 bicis más allá, alguien
había colocado mi casco allí, lo cojo, y para la carretera. Claro, 90 km con
viento, lluvia y sin gafas no era lo que más me apetecía, pero simplemente
habían desaparecido. Los manguitos me daban algo más igual.
Primeras
pedaladas, y llevo justo delante a Gustavo Rodríguez, el ganador del año
anterior, un exciclista fortísimo, además. Isra Lastra, del OZONO, detrás de
él, además de Chano (TRIATLÓN BUELNA BATHCO). Poco más adelante alcanzo a algún
ciclista desconocido, y comenzamos a salir de Comillas, para empezar el primer
repechito de la jornada, la subida al pueblo de El Tejo.
Mi estrategia
era cristalina. Subir cómodo, con cadencia, y nada de trabarme, para apretar
bajando y en el llano, acoplado como si me fuera la vida en ello. Intentando no
castigar en exceso las piernas, porque pretendía hacer un parcial de carrera
final a muerte total de principio a fin.
Así,
corono fácil esta pequeña tachuela, en la que me pasan un par de chicos. Yo a
lo mío, aquí no hay que cebarse con nadie, y menos, subiendo, lo tenía
clarísimo. Aprovecho en el tramo llano del alto a comer la primera barrita y
agua, para comenzar la bajada a Roiz y la carretera nacional.
Bajada
no muy larga, pero peligrosa. Por supuesto que, a estas alturas, estaba
lloviendo bastante, y la carretera estaba totalmente empapada, así que, aunque
cueste creerlo, sin apenas arriesgar, pero adelanto a 3 o 4 chicos bastante más
temerosos. Hay una zona peliaguda, además, la cual ya conozco de los años
anteriores, en la que el viento pega fuerte y de costado, justo cuando vas a
empezar a trazar la primera de las curvas delicadas, y hay que dejarse de
valentías y acoples, trincar el manillar como el sueldo de Bárcenas, y poner
toda la atención.
En
el tramo de falso llano hasta Roiz me alcanzan Juanra y Gorgonio (TRIATLÓN
POLANCO), aunque decido no forzar por ir con ellos, prefiero llevar mi ritmo,
por lo menos, en estos primeros kilómetros.
La verdad,
me estoy encontrando de cine. Bebiendo a sorbos cada poco del bidón del manillar,
pedaleo redondo, cómodo yendo acoplado… Casi sin darme cuenta, paso por Treceño
a toda pastilla, el viento ahora pega de culo (esta vez no aciertas, Perico
Delgado), y la bendita adrenalina hace el resto. Llego hasta Martín Ramos
(TRIATLÓN CAMARGO-ASTILLERO), que me había adelantado a mí poco antes, y le
vacilo un poco. Subiendo El Turujal, me alcanza Jordi Giménez, triatleta mítico
(lleva 22 años compitiendo en triatlón), majísimo, y nos ponemos a la par a ir
de charla (que no parados): que si qué putada el mal tiempo que nos ha tocado,
que si hay que tomárselo como un entreno. Un placer haberle conocido.
Subidita
antes de Cabezón de la Sal, y allí están mis incondicionales del “Comando
Menorca”, me pregunta Calon qué tal voy. “Voy de maravilla, fantástico. ¡Pero
tú cuida de mi coche!”
Bajada
a la rotonda de Cabezón, aflojo, pues es bastante cerrada, y, para colmo, uno
de Protección Civil, me parece, cortándonos el paso. Coches de equipos
ciclistas llegaban por la derecha a todo trapo. Pero me da rabia, la verdad, no
es normal estar en competición y tener que detenerte, así que, sin parar del
todo, un poco antes de llegar a la rotonda en sí, veo que tengo hueco
suficiente, no viene ningún coche, y me lanzo como una bala a afrontar la larga
recta que nos lleva hasta Virgen de la Peña.
No sé las veces que habré hecho
esa recta, para arriba y para abajo. De verdad que no lo sé. De lo
que sí que estoy seguro es que habrán sido 2 o 3 con tanta lluvia. Pero es
curioso, no me importa; es más, voy disfrutando una barbaridad. Claro, terreno
propicio y buenas sensaciones.
Pues
nada, a lo nuestro, desvío hacia Villanueva de la Peña y a acometer el Alto de
San Cipriano. Larguísima recta por Ibio, llevo a Jordi y otro chico más de
referencia, a 20 m por delante, llevan un ritmo muy bueno para seguir con
ellos. Si bien, al final de la recta, antes de empezar la subida, Julio, el
jefe de jueces de triatlón en Cantabria, nos comunica que se ha decidido
suspender totalmente la prueba.
Hemos,
por tanto, de seguir subiendo San Cipriano, girar hacia Los Corrales de Buelna,
y llegar hasta el pabellón de meta. La verdad, es una pequeña faena, pero sé
que había motivos suficientes, el día no acompañaba en absoluto, y aunque yo nunca
pasé por dificultades, ni en el mar, ni mucho menos en carretera, sí que se
podrían haber dado situaciones de riesgo innecesarias, que, por supuesto, no
tiene por qué soportar la organización de la prueba. No hay discusión posible.
Con
filosofía, pues, nos juntamos Martín Ramos y yo, junto con otro grupete de
ciclistas que nos alcanzan, mi amigo César Bolívar (C.D. OZONO), entre ellos, y
vamos de animada charla, bajo la lluvia, pero ligeros, para no quedarnos fríos.
Comprobando en casa el track del GPS, veo que hice 29,5 km/h de media, y eso
contando con los parones y la marcha en grupeta tranquilos hasta Los Corrales.
Buena señal, tenía piernas para hacer un parcial de bici decente.
Llegamos
al pabellón de Los Corrales, y mi compañero Oliver me guarda la bicicleta,
mientras yo entro al calor de un cañón de aire caliente que nos ponen en la
organización. Veo a unos cuantos tapados con mantas, tiritando, y pienso que hemos
tenido una jornada épica de las que contar a los nietos. Lástima que nos la
hicieran nada más que de poco más de 40 km, jaja.
Me voy satisfecho, a pesar de todo, pues hemos demostrado, cada uno a su manera, nuestra dureza y pundonor, peleando con el clima de nuestra tierra enfurecido. Si no se hubiese paralizado la competición, estoy seguro que hubiésemos terminado bastantes.
Me voy satisfecho, a pesar de todo, pues hemos demostrado, cada uno a su manera, nuestra dureza y pundonor, peleando con el clima de nuestra tierra enfurecido. Si no se hubiese paralizado la competición, estoy seguro que hubiésemos terminado bastantes.
En caliente
ayer al terminar, y en frío ahora, escribiendo, sigo pensando lo mismo. Me da
rabia y pena ver tristes a Bardy Castillo y Noe Mediavilla (presidente y
secretaria del CLUB TRIATLÓN BUELNA y organizadores del evento), por tanto
esfuerzo, así como el de todos los voluntarios, desde luego. No es justo. El
tiempo tiene estas cosas, sí, pero, a veces el destino tiene detalles
sarcásticos. Durante la mañana, incluso con sol. Y una o dos horas después de
haber suspendido la carrera, nublado, sí, pero sin aguaceros ni viento. Aunque creo
haber dejado por tierra, mar y aire, estas mismas impresiones de ánimo y apoyo
hacia todos ellos, y la seguridad de que en 2015 me tendrán allí de nuevo,
nuevamente lo hago desde aquí. Sois muy buena gente, hacéis las cosas bien, y
los que participamos no podemos estar más que agradecidos. Es así de sencillo.
En lo
que a mí respecta, no me trastoca una barbaridad. Esta era la primera gran
prueba que tenía para este año, quería hacerlo bien (intentar bajar de las 5
horas, con el duro circuito ciclista, que a mí no me va nada bien), pero en dos
semanas voy a hacer otro medio Iron Man a Riaño (León), así que la preparación
para Buelna está ahí. Y las ilusiones, intactas, desde luego.
¿Compensa
tanto sacrificio? Desde luego que sí. A mí sí. Son muchos días de mojaduras y
frío en bici desde enero, cansancio, agobio, etapas de bajón, comederos de
cabeza, etc. Pero también de satisfacción, porque gracias a este deporte he
conocido (y aún continúo haciéndolo) a grandísimas personas, con las que comparto
experiencias.
Gracias por leerme. Grandes deportistas, mejores personas.
PD. Los sufridos fotógrafos que he visto por el recorrido, han sido Cris Ruiz, Ruth Cruz, Fotopostigo.com, Nuria GD (La Distancia Más Larga Entre AyB), Pablo G. Sal, Iván Glez. Camino, Noe Mediavilla y kirolargazki.com. Gracias a todos por darnos esos recuerdos.
Gracias por leerme. Grandes deportistas, mejores personas.
PD. Los sufridos fotógrafos que he visto por el recorrido, han sido Cris Ruiz, Ruth Cruz, Fotopostigo.com, Nuria GD (La Distancia Más Larga Entre AyB), Pablo G. Sal, Iván Glez. Camino, Noe Mediavilla y kirolargazki.com. Gracias a todos por darnos esos recuerdos.
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