domingo, 23 de junio de 2013

1/2 IRONMAN BUELNA 2013


Nada, me apunto a la moda de las crónicas deportivas.
 
Ayer tocaba realizar uno de mis objetivos para esta temporada, a saber, hacer un buen papel en el ½ IronMan de Los Corrales de Buelna. Llevaba preparándolo 4 meses, con un plan creo que bastante exigente para mi nivel, pero que también me hacía pensar que llegaba bastante preparado.
 
Me junté con 4 compañeros del equipo: Jorge Villacorta (que está preparando el IronMan de Vitoria, vaya titán), Jose Cornejo, Rober Sánchez, y además el bueno de Manuel Huelga, que nadaba en uno de los equipos de relevos. Comimos pasta como para una boda, y para boxes.

Tenía en mente la idea de estar en el entorno de las 5 horas, una barbaridad, teniendo en cuenta que el año anterior estuve muy cerca de las 6, pero, sin embargo, esta vez tenía kilómetros y ritmo que me hacían ser optimista.
Salida del mar, muy movido...

Nada más lejos. Al empezar a nadar, a pesar de ir bien en lo que respecta a agobios y no recibir ningún golpe, veo que me desoriento con más facilidad que otras veces, pero tampoco lo llevo del todo mal, sólo es el principio y lo más duro está por delante. Sí que es cierto que el mar estaba algo movido, aunque tampoco era una barbaridad, a excepción de la salida en la última vuelta, que el oleaje me hizo perder más tiempo que ganarlo, pero en fin, unos pocos segundos. No salgo satisfecho del agua, pero al menos es un sector que pasa rápido.

Error número 1. Estrenar un bidón de agua en el acople de la bici sin haberlo probado antes. Agradezco, eso sí, un montón a mi compañero Aitor Roiz, el detalle de facilitármelo, porque lo voy a utilizar de ahora en adelante. Como decía, no lo había probado hasta ese momento, y no me resultó demasiado cómodo, pero debido a la longitud y forma de la cánula para beber. Todo tiene remedio.

Error número 2 y principal. La bici con el acople de larga distancia recién colocado, y manillar y sillín ajustados. Todo ello, una vez más, sin haberlo probado ni siquiera en una miserable salida de 10 minutos. Para matarme, lo sé, pero tampoco es que tuviese mucho tiempo. Apenas tuve un par de días desde que lo ajusté, y además no ha hecho buen tiempo para salir con la bici a la calle, así que, es lo que había y a aguantarse.
Comenzaba el sector ciclista


Desde el minuto 0 mal, mal y mal. Dolor en lumbares y ya sufriendo. No hay peor cosa que notar esa sensación, cuando te quedan alrededor de 3 horas en esa postura. Pero bueno, habíamos venido a sufrir, y vive Dios que lo hice. Me concentré en apretar los puñeteros dientes, e ir acoplado lo más posible, estirando la espalda cada ciertos minutos en que el dolor me diese la lata demasiado. Me pasa algún ciclista, aunque eso entraba dentro de lo normal. Es más, es la historia de mi vida, jeje, sólo que ahora doy un poco más de guerra, y a alguno le devuelvo la jugada.

Decido no hacer caso de reloj, ni ritmos, ni historias, creo que es lo mejor. Ir a sensaciones, el tema es que eran malas, jaja, pero bueno. Únicamente iba controlando el tiempo de carrera, para ir comiendo y bebiendo regularmente. De lo mejor que saco en conclusión es justo esto, que tolero perfectamente la marca de geles que últimamente llevo consumiendo, y tanto en competición corta como de larga distancia (ayer o la maratón del Soplao, por ejemplo), mi cuerpo no se queja en absoluto.

Ahora entiendo la expresión “postureo”, porque yo no podía para quieto, jeje. Nunca antes, se me había pasado por la cabeza abandonar, porque llevaba apenas 20 kilómetros y no iba nada bien, me mataban los lumbares, y no cogía ritmo de pedal. Sencillamente, no iba.

Pero bueno, miro el reloj en un momento, veo que llevo una hora de bici, y que la media casi roza los 30 km/h, y me animo. Descanso los lumbares yendo de pie sobre la bici, corono San Cipriano, y los ánimos de los amigos me vuelven a decir que me ponga las pilas, que hay que seguir. O acabo, o acabo.
Llegando al pabellón de Los Corrales, ¡por fin!




Las desgracias nunca vienen solas, claro. Nada más cruzar Los Corrales de Buelna, justo antes de enganchar nuevamente con la Nacional, noto que la rueda trasera va muy baja, así que paro y la intento volver a hinchar con una botella de CO2, invento que no había probado hasta el momento (¿Error número 3? No, me parece una idea muy buena, práctica y sencilla). Casi descargo la primera de las 2 botellas que llevaba, para darme cuenta que, efectivamente, la cámara no me sirve, por lo que a desmontar rueda y todo el rollo. Pierdo tiempo, pero es evidente que, a estas alturas, poco me importa ya. Pero cuando voy a utilizar la segunda botella, no sé porqué, no termina de salir el gas, y así me paso más y más tiempo. En lugar de ver pasar los barcos, yo veía señores en bici… ¡arg, qué frustrante!

Cuando por fin la cosa funciona, monto la rueda, y darle goma. Salgo con rabia, primero porque me ha servido para descansar, segundo por el factor psicológico de que con tooooodo el tiempo perdido y toooooda la gente que me ha adelantado, voy a cebarme a intentar recortar la ventaja que me sacan. A los pocos metros, por las prisas de no amarrar bien la otra cámara de repuesto y demás artilugios, se me casi todo a la carretera, tengo que volver a parar, etc., etc. Pecata minuta, ya nada me coge de susto. A sufrir.

Creo que ya no me acuerdo ni del dolor de espalda. Al menos, veo que voy adelantando a más y más gente (evidentemente, peores ciclistas que yo, lo cual me parece casi imposible), por lo que se me pasa el trayecto hasta Molledo (kilómetro 60 de bici), bastante entretenido. Vuelta al cono, nos entregan un bidón de sales y de regreso a Los Corrales. Me las prometo muy felices, porque de esos 30 últimos kilómetros, tenemos unos 10-12 como mínimo, en los que la pendiente de la carretera nos va a favor, y se puede ir realmente muy rápido. Pero no. El viento de cara, y como buenamente se pudo.
Seguimos sufriendo





Llego al pie de Hijas, e intento subir con cadencia alta y nada de trabarme, poniéndome de pie de vez en cuando, y deseando soltar de una maldita vez la bici y calzarme las playeras de correr.

Cuando lo consigo, solamente pienso en hacer una buena carrera a pie, e intentar terminar lo más dignamente que pueda. Pero, la cruda realidad me hizo ver que, claramente, no era mi día, y únicamente en la primera de las 4 vueltas al circuito, pude ir relativamente cómodo. El resto, con el piloto automático, concentrándome en no tener tirones, charlando y animando a otros corredores, y a terminar. Parando alguna que otra vez a estirar (me temo que pagué el sobreesfuerzo de la bici) y a beber un poco.

Pues conseguí terminar. Al menos sé que tengo fortaleza mental, pensando en retirarme cuando no llevo casi ni una hora compitiendo, y seguir 5 horas más.







Días como el de ayer me hacen pensar que esta distancia me marca mi límite. Un triatlón olímpico o de menos distancia, me vienen al pelo, pero el gusanillo de estas pruebas, no sé lo que tiene. Las increíbles sensaciones nadando, en bici y corriendo de Laredo, ayer fueron un mero espejismo, pero no siempre se puede estar fino, está claro.
Aparte de todas las pruebas del calendario cántabro, el próximo reto serio, será el 22 de septiembre, EXTREMAN Menorca, otro ½ IronMan. Lo voy a seguir preparando con la misma ilusión. Podré ir jodido, pero la sonrisa no la pierdo nunca.

Al tiempo reflejado, restarle 30 minutos, no nos pasemos, ¿eh?

¿Lo mejor? Como siempre, los buenos compañeros y amigos animando. A ver si no me olvido a nadie o casi nadie de los que pude ver, y me deja etiquetaros. Lo mejor también la salida nocturna santanderina de después, y mis nuevas gafas de sol KNOCKAROUND. Continuará…