martes, 28 de septiembre de 2021

Para terminar mi temporada triatlética 2021, el sábado pasado acudí al Medio Ironman de San Juan de Luz, en Las Landas francesas, con unos pueblos y paisajes que, sinceramente, a mí me encantan.



Competí en este triatlón en 2019 (el año pasado no se celebró, debido a la pandemia, pese a lo que diga Miguel Bosé), y también había ido de vacaciones otras 2 veces más a esa zona.

La ventaja de repetir en una prueba es evidente: te conoces los recorridos, organización, alojamientos… Lo que cambió mucho el asunto fue que el tiempo anunciado para el fin de semana era muy malo, como así sucedió, pero a veces hay que contar con estas vicisitudes, que, a la postre, me vinieron francamente bien, como luego explicaré.

La salida es a las 7:30 a.m., madrugón de los gordos, tanto para tomar la salida, como para desayunar unas 3 h antes. Por supuesto, fui a San Juan el viernes por la tarde, y dormí allí.

Mi idea era recoger el dorsal esa tarde, para así el sábado estar más descuidado, pero para mi sorpresa, la carpa de entrega de dorsales se cerró antes lo que habían anunciado, mientras que el pabellón en el que se hacían las transiciones y se dejaba la bicicleta, seguía abierto; ver para creer. Contratiempo nº 1: tocaba, aparte de la habitual lógica tensión de madrugar y los preparativos, además coger dorsal, cargar con la bici, casco, playeras para correr, etc., que contaba con haberlo dejado en el pabellón el viernes por la tarde.

En cualquier caso, me levanté a las 4:30 para desayunar lo de siempre: leche y cereales con trocitos de chocolate. Me encanta y me sienta bien, no hay que darle muchas más vueltas. Por supuesto, la cena de la noche anterior había sido contundente, a base de un enorme burrito mexicano, más duro que el Wonderbra de la Dama de Elche.

Tampoco tenía sueño y a las 6 tenía previsto ir hacia la carpa de dorsales, por aquello de ir con tiempo suficiente, por lo que estuve leyendo el móvil, metiendo todo el material a la mochila, etc., y no volví a acostarme desde que terminé de desayunar.

Los malos presagios se cumplieron, y el día estaba lluvioso, con lo desagradable que eso resulta, aparte de peligroso para la bicicleta, claro está.



Por fin recojo el dorsal, y casi no me dejan los jueces introducir el material a la zona de transición. Si unos chicos franceses no me llegan a avisar, la hubiese liado bien liada, pero finalmente todo pasó sin más incidencias.


Lo malo, que casi eran ya las 7 de la mañana, y a las 7:30 se daba la salida, por lo que a la fuerza seguí bebiendo algo de isotónico con carbohidratos, me puse el neopreno a la intemperie (imagine la dantesca escena, amigo lector: de noche, con frío y lluvia…). Por suerte, pude ponerme el traje de luces bajo una carpa, casi a oscuras.

Caminando hacia la playa, fui masticando algunas gominolas de carbohidratos y cafeína, para darle a tu cuerpo alegría, Macarena.

Uno ya es zorro viejo, y sabe que la transición es larga, puesto que desde la playa, hasta el pabellón, hay unos 500 m por el puerto, donde correr descalzo no es buena idea, así que llevé unos escarpines, que dejé en las escaleras de salida de la playa. No fui el único, había una colección de calzado ligero en las inmediaciones de escándalo. No en vano, 183 triatletas tomábamos la salida esa mañana.

Contratiempo nº 2. Al menos, dejó de llover, pero a las 7:30 de la mañana justo comienza a amanecer, lo que en un día soleado, es perfecto. Pero si a un cielo encapotado, le añades que mis gafas tienen cristales oscurecidos… No puedo describir el agobio que me entró al descubrir que, con las gafas puestas, apenas veía bien el agua, y mucho menos las boyas. Y eso que eran amarillas y rojas.

Sinceramente, pensé en nadar sin gafas (un suicidio de 30 min). Menos mal que pudo la cordura, decidí salir algo más atrasado que de costumbre, y guiarme por “el tacto”: llámese a ir dando brazadas tocando los pies de los que van delante, y dar/recibir manotazos a los que van alrededor de uno mismo. Era el mal menor que se me ocurrió, contando con que iba a ser como nadar en petróleo, de negro que veía todo.

Al final, no fue para tanto el asunto, porque, si bien seguía el día oscuro y con poca visibilidad, no conté, para suerte mía, con que muchos trajes de neopreno tienen las mangas de colores vivos y/o fosforitos, y además, que al nadar se levanta espuma, con lo que podía seguir una trayectoria de nado más o menos correcta, mirando al frente cada cierto tiempo.



Al haberme autoeliminado de una salida en segunda fila, como hubiera sido lo normal, me tocó remontar mucho y pelear con nadadores más lentos. Natación de 1.800 m (con salida a la australiana a mitad de recorrido), que mi pulsómetro me marcó en unos bochornosos 31 min. En la clasificación virtual, vi que cogí la bicicleta en el puesto 40º, y contando con que adelanté a 4 o 5 mientras corríamos desde la playa al pabellón, pues nada que no pudiera imaginarme. Y no pasaba nada, me daba más respeto hacer 2,5 h con carretera mojada, la verdad.



Este año he entrenado muy bien la bici, aprovechando las virtudes (y también la esclavitud) que supone disponer de potenciómetro. La estrategia comentada con mi entrenador era intentar llegar a la T2 con 200-210 W medios, algo asumible.



Y así fue, me dediqué a hacer precisamente lo entrenado durante meses: cabeza abajo, comiendo cada 15 min y bebiendo cada 7-8 min, pendiente de la carretera, del no drafting y ante todo, de no pasarme de vatios y hacer mi carrera. Llevaba ponchera de 500 ml con 6 geles disueltos en agua, y un bidón de 750 ml en manillar, con isotónico y carbohidratos. Una bolsita de gominolas como subidón final antes de ponerme a correr, fue el menú del día.

Tuve unos escarceos de “te adelanto, me coges 400 m más adelante, te vuelvo a adelantar algo después…” con un chico, al que luego vi en las fotos que creo que finalmente quedó 2º o 3º, y enseguida vi que yo no jugaba en su misma liga, así que lo dejé escapar. Repito, llevaba potenciómetro y tenía que dedicarme a hacer MI carrera.

El resto del sector ciclista, pues adelantando a bastante gente, a excepción de un par de chicos a los que pude rebasar, pero que en los kilómetros finales me devolvieron la jugada, cosas de este precioso deporte, por otro lado.

Carretera mojada + llovizna casi permanente + chaparrones esporádicos = cuerpo, tritraje, calcetines y zapatillas chorreando. Pero hubo una cosa buena, y es que no pasé nada de calor. El termómetro anunciaba 15-16 ºC, algo perfecto para mí.



Es cierto que había tramos algo delicados, pero yendo con cierto tiento en curvas cerradas, evitando la pintura de la calzada y apretando a muerte donde se podía hacerlo, me mantuve en los 215 W medios casi hasta el final, que entrando de nuevo a San Juan, callejeando, se quedaron en 211 W, justo lo planificado.

Mención aparte para la combinación de rueda de tres palos delantera y lenticular trasera. Mi bicicleta va como un puñetero tiro (cuesta arriba, algo menos, para qué negarlo).

Dejo la bicicleta en el pabellón (puesto 26º virtual, había adelantado a 14 triatletas en los 84 km de recorrido con casi +1.000 m de desnivel), tras 2 h 34 min bastante disfrutados, sinceramente.

Me calzo las flamantes VAPORFLY NEXT y comienzo expectante los 20,5 km a pie. Cuando digo “expectante”, me refiero a… ¿qué día tendré corriendo hoy?¿responderán las piernas?¿y el cardio?. Pues bien, en apenas 200 m, encontré la respuesta.

Había entrenado series de 1000 a menos de 3:30 el km, si bien para una carrera tan larga, llevar un ritmo de crucero de entre 4:10 y 4:20 el km, me hubiera supuesto ir más que satisfecho.

Pero zancada a zancada, veo que no me supone gran esfuerzo ir coqueteando con ritmos poco por encima de 4 min/km. Sabía que se podía hacer muuuuuuuuy larga la carrera a pie (2 vueltas de poco más de 10 km, con largas rectas, que mentalmente se hace también duro), más una pequeña colina de 200 m que ralentiza el ritmo (se subía en cada vuelta una vez por cada lado, y en dos vueltas, 4 subidas en total). El resto, totalmente llano.

Ligera llovizna, visera atrás y gafas de sol en el bolsillo, que no era el día. Cojo un par de geles en el primer avituallamiento, por si acaso, y pim-pam, pim-pam, van cayendo los kilómetros.

No miro el ritmo medio, pero sé que voy bien. Voy adelantando a alguno de los chicos que me habían dejado atrás en la parte final de la bici, y con el pulso mantenido en 155-160 ppm. Es decir, comodísimo.

La suerte de encontrarnos con un día fresco (para ser verano, se entiende) y con llovizna, fue que no se pasaba nada de calor, lo que me favorece bastante. Paso por los avituallamientos sin comer ni beber nada, pero echo nada en falta.

La alegría plena me dura unos 5 o 6 km, y empiezo a notar el estómago algo pesado. No me hace bajar el ritmo y decido seguir sin meter alimento (seguía con dos geles en el bolsillo trasero desde el principio), puesto que de fuerzas voy pletórico.

Contando a los primeros, que me voy encontrando de frente en cada giro, me llego a poner el 20º y sin notar bajón de ritmo, ni apenas fatiga. Por fin un día casi perfecto, me digo para mí mismo.

Pero el estómago empieza a lastrarme un poco más, kilómetro 10; bueno, creo que aguanto bien, no es para tanto. Algo más de lastre, kilómetro 14; ummmm, miedo me da probar en mí mismo el chiste de “mamá, ¿los pedos pesan?”, pero puedo seguir. Michael Jordan colgado del aro, kilómetro 17; ¡no puede ser!¿no seré capaz de aguantar 3 malditos kilómetros, llegar a meta y lanzarme en plancha a por el primer retrete que encuentre?. SPOILER: no, no fui capaz.



Último giro antes de meta, kilómetro 18. Puesto de avituallamiento… pero no hay WC, aunque sí la taquilla de un campo de golf. Rogando a los chicos de la entrada con un hilillo de voz: “toilette, s’il vous plaît!”, me hacen señas de que pase, y termina el suplicio.

Peleando con el tritraje empapado y pegajoso para quitarlo, evacuando, y volviendo a pelear para vestirme, se me van 7 minutazos. ¡7!



Es lo que hay, me quedan 2 kilómetros, estoy ahora perfecto del estómago, y enrabietado, así que me despido de la carrera haciendo un 2.000 a 3:45 el km, y cruzo la meta el 31º.

Mirando el análisis post-mortem, el ritmo de carrera en movimiento (es decir, sin contar la dolorosa parada del km 18) me salió a 4:12 min/km (4:31 min/km incluyendo la breve visita al campo de golf), algo que no imaginaba que pudiera ser capaz de hacer. Así que, muy contento, a pesar del pequeño desliz gástrico.

Siempre me gusta despedir la temporada haciendo un triatlón half, y no descarto volver una tercera vez a San Juan de Luz, en 2022. Es, además, la ocasión perfecta para hacer algo de turismo por Bayonne, Biarritz, Capbreton… y aprovechar el fin de semana completo.

Muchas gracias a mi compañero de entrenos @a_calonge y al que nos está sacando bastante partido a estos dos mataos @kikusss80

¿Nos vemos el año que viene? Creo que sí

jueves, 29 de septiembre de 2016

XI Triatlón Valle de Buelna (medio Ironman)

Un poco de buena música para el oído: PLAYLIST BUELNA-LLANES-COMILLAS

Como la preparación del Ironman de Vitoria me había hecho acumular horas y kilómetros sin conocimiento, había que aprovechar esa enorme base, para seguir compitiendo lo que resta de 2016, y la primera fecha del calendario estaba marcada en el medio Ironman de Buelna (20 de agosto).

Mis plegarias fueron escuchadas, y por fin pude disputar un triatlón con todo el sector de bici cuesta abajo, jeje…

Los 1.900 m de natación se realizaron en el Pantano del Ebro, concretamente en La Población. Y allá que subimos los simpáticos muchachos del Triatlón Costa Quebrada, sin miedo ni vergüenza, ¡ya lo creo!

En esta ocasión participaron, aparte de un servidor, Juan Espino, Lolo Ramos, Pedro Vélez, Guti, Nanduco Cabanzón y Carlos Sáiz.

Salida desde la orilla algo rocosa del pantano, a intentar coger buenos pies e ir relativamente cómodo… aunque me fue imposible, al fuerte viento nordeste que nos fastidió en el primer giro, se unió que mis “compañeros de viaje” estaban haciendo una natación bastante caótica. En cuanto intentaba progresar un poco y avanzar, me veía encerrado; si optaba por abrirme a un costado, perdía al grupo. Un verdadero fiasco, así que la natación la hago en unos 32 minutos, en el puesto 72 de 262 participantes. Curiosamente salgo al tiempo que Pablo Gutiérrez y Miguel Marsella, que tienen un nivel aproximadamente como el mío, por lo que se ve que ellos también tuvieron sus más y sus menos para sacar adelante este sector decentemente.

Rápida transición, cuesta fuerte a pie hasta la carretera que bordea el pantano, y a pedalear. En este tramo, dirección este, el viento pega de cara y de forma molesta, aunque al encontrarme fresco, no me ralentiza demasiado, o eso me parece. Pero en unos minutos llegamos al cruce con la carretera que baja del Puerto del Escudo, dirección Cabañas de Virtus, y vamos volando, literalmente: con carretera llana y viento en la espalda, se rueda a 45 km/h sin dificultad, aunque sé que no durará mucho, porque en cuanto giremos de nuevo, el viento pegará de costado y será otro cantar.


Voy con gente desconocida, a excepción de Miguel Marsella, y la media ronda los 38 km/h, si bien poco a poco va bajando, a medida que pasamos Arija y atravesamos los tramos más variados de pendiente hasta Bolmir y Requejo. A este último pueblo llego con una media de 36 km/h, y pensando en que la bajada hasta Los Corrales puede ser bastante descansada.

Bueno, pues para ser exactos, y teniendo en cuenta que el recorrido era “completamente cuesta abajo”, creo recordar haber dejado de dar pedales nada más que en la rampa fuerte de Cañeda, y en las curvas más cerradas de las Hoces de Bárcena. Dicho sea de paso, que de bici descansada, ni hablar, aparte que el viento nos atizó de lo lindo bajando las Hoces, e incluso yo tuve algún leve sustillo al trazar las curvas a derechas.

Tampoco se puede ser hipócrita, porque el perfil ciclista me salió con menos de 600 m de desnivel positivo, sin grandes repechos. De ahí las altas medias que sacamos todos en la bici. Pero en cualquier caso, o por lo menos en lo que a mí respecta, las piernas las castigué intentando no dormirme demasiado y seguir tensando hasta la segunda transición.

Llego hasta Somahoz a unos 38 km/h de media, y atravesamos San Felices, dirección Hijas, zona en la que me alcanza mi amigo Luis López. De ahí hasta la transición, bajo un poco el ritmo, lo que sumado a que pasamos por el polígono de Barros y callejeamos por Los Corrales hasta el pabellón, hace que termine la bici a poco más de 37 km/h de media. Como dato curioso, los “animalicos” que ocuparon los primeros puestos de la clasificación final, hicieron medias entorno a los 43-44 km/h, ahí es nada.

Bueno, satisfecho, comiendo y bebiendo con regularidad, hago el 92º parcial de los 90 km de bici, y me pongo a correr los 21 km finales muy suelto de piernas. Además el día nublado nos libró de mucho calor, así que ideal.

4 vueltas de unos 5 km, con una larguísima recta de grava, que permitía encontrarte de frente con el resto de sudorosos, animarlos, ver las caras de poema (más o menos como la tuya), controlar distancias…

La primera vuelta la hago con comodidad, a ritmo de 4:25 min el km, sin ir forzando demasiado, pero… siempre hay un “pero”. Aparecen los fantasmas de Vitoria, el estómago se revuelve y me empiezan los gases y las molestias.

Tengo que decir que parece que he conseguido atajar este problema, y que yo achaco a los productos de INFISPORT. No dudo de que son muy buenos, pero mi estómago no los tolera bien, no encuentro otra explicación a pasar esos malos momentos corriendo el Ironman de julio y este medio de Buelna. 

El único nexo en común de ambos ha sido la alimentación e hidratación con productos de esa marca, y solamente en esas dos pruebas he tenido esos inconvenientes estomacales, nunca en los 8 o 9 meses de entrenamiento, desde que empecé en noviembre de 2015 a preparar esta temporada.

Resultado: bajada de ritmo e intentar que las molestias no me hagan tener que parar. Entre los avituallamientos, alguna ampollita en los pies (ni con calcetines…), frenarme un poco, saludar a los compañeros del equipo que ya están corriendo, y echar una partida de dominó en el bar, termino la media maratón a un ritmo final de 5 min/km, y entro en meta en el puesto 95º, en 4 h 47 min.

El sub-5, dentro de la satisfacción, reconozco que este día estaba más asequible que en otras ocasiones, por la rápida bici. Aunque la media maratón se me chafó, pero bueno, aprendí la lección de desechar los productos INFISPORT, de una vez por todas.

Juanillo llegó un poco después de mí, contentísimo también por bajar de las 5 horas, y el resto, pues también, para qué mentir, para algunos su estreno en esta distancia (Pedro), y para otros, otra prueba más terminada al bolsillo.


III Triathlon Festival Llanes (medio Ironman)

Un mes después de Buelna, volvimos a la carga, para terminar la temporada con un “grande”. El elegido fue el half de Llanes, con una dura bici, pero que era lo que mejor me venía, por cercanía y porque nos íbamos a juntar un montón de amigos del equipo.

El mes que tuve para prepararlo, es ideal, porque la semana siguiente a Buelna, la tomé relativamente suave, luego otras 2 fuertes de carga, y la anterior otra vez de descarga.

Llegamos el día antes, puesto que habíamos cogido una casa para todos en Porrúa, a 5 minutos en coche de Llanes. Aitor, Oli, Nanduco, Lolo, Jandro, Manel, Tato, Pacheco, Juanillo, Sarobe y el Pistolero (que aún no está fichado para el T. Costa Quebrada, pero caerá en 2017), entre bromas y risas, cenando esa noche con nuestras familias, hicieron que empezase un fin de semana especial, de verdad que sí. Sin olvidarme de Yaiza, la chica de nuestro equipo, que vino a animar a su padre Rolando (hacía el olímpico), animarnos también a nosotros, y sacar unas fotos de concurso.

El despertador suena a las 6 del domingo 18 de septiembre, yo engullo galletas con yogur líquido a fuego, otros desayunan pasta, otros arroz con leche… cada ritual es sagrado, jeje.

Llegamos a las inmediaciones de la playa de Puerto Chico, que el sábado estaba algo malhumorada, pero que esa mañana pareció darnos algo más de tregua. Últimos retoques a la bici (que habíamos dejado durmiendo en boxes), neopreno enfundado y… ¡salida!. Los “olímpicos” salían un poco después de nosotros.

Natación cómoda a 2 vueltas, el mar un poco de vaivén, pero sin ser molesto, y distancia mal medida por la organización, de 1.900 m teóricos, realmente hacemos 1.300-1.400, dependiendo de las fuentes consultadas, jeje. Por cierto, yo me olvidé el pulsómetro en la mochila, y no lo eché en falta en ningún momento, la verdad.

Salgo del agua sobre el puesto 18, de 110 que tomamos la salida en esta distancia half. Transición larga por escaleras y atravesando todas las bicis de los participantes en distancia olímpica, y Oli llega a boxes justo cuando yo me coloco el casco y descuelgo la bici.

El recorrido era duro, algo que no me viene especialmente bien, pero que supe en todo momento que me lo iba a encontrar. La incógnita eran las sensaciones. Comienzo bien, a los 2 o 3 km primera subida dura de 1 km, más o menos, y rápida bajada hacia la nacional, dirección Puertas de Vidiago.

Un poco más adelante, el “coco” de la prueba, en el pueblo de Buelna, un rampón de unos 200 m al 15%, o al 18%, o al 20%... no sé. Sólo sé que yo iba con el 39x28 y de pie sobre la cabra retorciéndome. Menos mal que luego venía un leve descanso, y el resto de la subida eran unos 2 km sobre el 8% mantenido, que hago también con todo metido, y sin trabarme.

Rápida y peligrosa bajada por el lado contrario, y luego un entretenido y fugaz recorrido sinuoso, pero con buena carretera, hasta volver a llegar a la nacional, y de regreso otra vez a Buelna. Es decir, un bucle de 18 km, que teníamos que hacer 4 veces, para luego regresar a Llanes por el mismo camino del inicio.

Claro, yo pensaba ir controlando las tomas de comida por tiempo, pero al no llevar reloj… problemas los justos, pues lo fui haciendo a cada vuelta, tomando media barrita al coronar Buelna y bebiendo cada poco.

Recuerdo que me adelantan como aviones los primeros “olímpicos”, que sólo hacían una de las vueltas al bucle, y alguno de los half, evidentemente. Pero noto que voy manteniendo un buen ritmo y de manera constante. Y lo más importante, unas sensaciones muy buenas, subiendo con fuerza pero sin agitarme, con confianza bajando, y llaneando acoplado a ritmo vivo sin mayores problemas.

Segunda vuelta, igual, con la ventaja de conocerme mejor las curvas peligrosas, y al empezar la tercera, encarando el rampón inicial de Buelna, se me sale la cadena al meter el plato pequeño. Horror… me quedo parado a mitad de la dura cuesta, me tengo que bajar de la bici, y con la pendiente, sé que voy a ser incapaz de subirme y seguir allí mismo. Así que decido, tranquilamente, meter cadena de nuevo, subir andando hasta el tramo más suave, montarme y afrontar el resto de subida como si nada.

Pero mi bici me reservaba otra sorpresa, no sé si porque el cambio no estaba bien tenso o qué, pero el 28 no engrana… y ahí me veo subiendo con el 25, dando chepazos y cagándome en todo lo cagable, puesto que me quedaba otra vuelta por ese mismo tramo castigador, más un km también del 8-10% de vuelta a Llanes. Me daba rabia, por castigar las piernas más de lo debido, no me fuesen a dar el disgusto corriendo.

Con la misma filosofía de “más vale perder 2 minutos ahora que mucho más luego”, corono Buelna, paro, retoco un poco el cambio, y parece que funciona. Psicológicamente, me dio más tranquilidad, a pesar de encontrarme muy bien de fuerzas. Me encuentro a Nanduco y Lolo, en su particular lucha con el recorrido, jeje, y afronto la vuelta final, sin bajones de rendimiento.

Regreso a Llanes, el viento pega algo de cara, pero en el tramo de la nacional, que se pasa bastante rápido. Entrada a boxes, tras 3 h 21 min (transiciones 1 y 2, más la pérdida de tiempo de la lucha con la cadenita de los coj… incluidas), y me bajo a correr muy suelto de piernas, pero con el interrogante de las 2 últimas citas deportivas: ¿me cagaré vivo otra vez?

Como comenté en la crónica del half de Buelna, había terminado con los productos de INFISPORT, y tras indagar un poco y comentar con Luis López (T. Buelna-Bathco), me decido por probar con la marca KEEPGOING. Para los puristas, los 2 principales aspectos que me convencieron fueron:

-          La energía la aporta, mayoritariamente, la amilopectina (frente a la maltodextrina de INFISPORT y otras marcas). La publicidad de la marca anuncia que este componente no da ningún problema digestivo, y eso me sonó a gloria bendita.

-          La bebida TriForza, entre otros sabores, tiene uno tropical, con un gusto piña-coco que está muy bueno y entra solo. No es ninguna tontería, prefiero ir bebiendo algo que me sepa bien y me apetezca, porque no bebes por sed, en ocasiones, sino por simple necesidad de irte hidratando/alimentando correctamente y no interrumpir el aporte de energía al cuerpo.

Ni qué decir tiene, que las barritas para la bici y los geles para correr, también los compré de la marca KEEPGOING.

Pues bien, tengo que decir, que comí y bebí cuando lo tenía previsto, al igual que siempre he ido haciendo, y no tuve absolutamente ningún problema de gases, malestar, o similar. Demasiada casualidad se me antoja a mí, como para no tener en cuenta que los inconvenientes de las 2 grandes pruebas anteriores, se tuvieron que deber a la marca de suplementación maldita…

Aunque no llevo reloj para consultar el ritmo, por las sensaciones, sé que voy rodando sobre 4:15-4:20, sin forzar. El circuito a pie estaba también entretenido, con unos 100 m de escaleras a la altura de la playa del Sablón, más algunas rampas, un largo tramo junto a los acantilados de césped, otro por aceras rodeando un polígono a las afueras, por el entorno del muelle de Llanes,… y así durante 4 vueltas. Tanto sube-baja, giros en meta, y avituallamiento, pues claramente me ralentizan un poco, no es un triatlón para hacer grandes marcas, desde luego.

Hasta el kilómetro 10 recupero algún puesto, me voy encontrando con mis amigos, novias, etc., sin mayores incidencias, más que nos gritemos algún “vaaaaaago”, entre los que estamos compitiendo, la moral siempre alta entre las tropas, jaja. También puedo saludar a Bis y Bravo, de mi equipo, que habían venido a animar. Pero encuentro otro de los problemas para los que ya he encontrado la solución: las ampollas.

Entreno siempre con playeras HOKA ONE ONE y ZOOT. Más blandas y aptas para tiradas largas las primeras, más reactivas y firmes para series y tiradas “ligeras” las segundas. De hecho, las HOKA las empleé en la maratón del Ironman de Vitoria, comodidad ante todo…

Pero para el resto de pruebas, he utilizado otras ZOOT, las ULTRA TT, más ligeras aún que las anteriores. Aunque el fallo es que nunca me había corrido con ellas distancias mayores a un triatlón olímpico: 10 km. Y tanto en Buelna, como aquí en Llanes, aún con calcetines, pretendí correr los 21 km, pero sin ajustarlas correctamente a los pies. No me bailan, pero al ser de horma elástica, tampoco apretaba los cordones elásticos, y me he dado cuenta que los pies terminaban por deslizar algo por la plantilla, produciendo las ampollas, a lo largo del tiempo.

Efectivamente, en Llanes se vuelve a cumplir, y me salen las ampollas en ambos pies, debajo del dedo gordo, justo donde más apoyo, lógicamente. Bueno, digamos que tampoco es que me arruinen la carrera, paro para estirar los calcetines (aunque ya era tarde, y ese realmente no era el problema), me hacen pisar raro y bajar el ritmo, sumado también al cansancio, y me adelantan 4 o 5 triatletas antes de llegar a meta, pero consigo terminar en el puesto 36.

Por fin consigo este año entrar a meta satisfecho, habiendo dado bastante batalla, para mi nivel, y con pocas objeciones a la carrera, dentro de los problemillas que me encontré. Contento con la carrera, contento con los compañeros. Y ya no digo nada, cuando nos enteramos de que subimos al pódium por equipos: 3º tanto en distancia olímpica, como en el half. Un fin de semana de risas, de convivencia, de amigos… ah, y casi se me olvida… de triatlón.


XXVIII Triatlón Comillas. Campeonato Regional (olímpico)

Y para rematar la temporada, o más bien para rematarme a mí… el pasado día 24 fui a por el triatlón de Comillas, siempre duro, pero este año aún más.

Con el principal cambio del recorrido ciclista, siendo esta vez 5 retorcidas vueltas, dirección Trasvía, vuelta, subida al seminario de la Pontificia, vuelta, paralelos a la carretera dirección Santillana, y vuelta a empezar.

Visto que ya tenía ganas de ir terminando el año, y dejar la cabra engordando en el establo (ya ha pacido este año suficiente), este circuito no apto para ella, era una buena oportunidad para estrenar la CUBE en competición.

Natación como siempre, en la playa de Comillas, con mar bastante calmado, y salgo del agua sobre el puesto 20º, según me canta mi amigo Calon. Aunque la pelea para quitarme el neopreno, más la que ya tenía yo saliendo del mar, me hacen montarme a la bici muuuuuuy agitado.

Y claro, las duras cuestas que me encuentro nada más salir a rodar, no me dan un respiro durante la primera vuelta. Me adelanta mi compañero Jandro, que preveía que iba a hacer una gran carrera, como así fue. El resto de vueltas, sigue la sangría, y no puedo evitar ser sobrepasado por bastante gente, no tengo buen día, y las piernas las tengo aún cargadas del fin de semana anterior en Llanes (aunque pensé que no lo iba a notar tanto, sinceramente). No eran el circuito ni la distancia idóneos: dureza, rapidez y sin descanso.
 
El circuito de bici parecía que iba a ser también peligroso, sobre todo por la estrechez del tramo a Trasvía, pero afortunadamente, no hubo ninguna incidencia. También es cierto que competimos poco más de 80 personas, cuando lo habitual de otros años siempre estaba entre 120-150. La historia hubiese podido ser otra, si nos hubiésemos juntado tantos en esa misma estrecha carretera. Pero ahí se quedó la discusión: en una simple especulación.

Pues nada, a seguir como buenamente puedo, aunque la cabeza ya me está diciendo que no me mate en exceso, porque no merece la pena, así que completo las otras 4 vueltas animando a Aitor, Martín, Manel, Nanduco y Tato (el resto de los componentes de mi equipo, aparte de Jandro), a otros conocidos del triatlón, y a mi novia Bea, las niñas, mi padre, y mi amigo Calon. No había para más.

Me bajo a correr justo detrás de mi compañero Martín, y enseguida le alcanzo, aunque voy un poco más rápido, y le dejo levemente detrás. Aunque mi cabeza, como decía, no va muy allá, paro donde mi novia, aprovecho a sacarme unas piedrecitas del pie (le manda narices, ni una cosa bien me sale hoy, jaja), a charlar con ellos… y me pongo a correr los casi 5 km restantes tranquilamente.

Poca historia en este día. Un mero trámite, y entro el 51º, sin piernas, primero, ni ganas, después, de sufrir demasiado.

Así que también me sirve esta carrera para desconectar todo el mes de octubre, para empezar de nuevo la pretemporada 2017 en noviembre. Ojo, intentaré el año que viene volver a dar guerra, o mejor dicho, más guerra que este: me centraré de nuevo en distancia half (la aventura Ironman, sin creer que fuese un error haberla hecho este 2016, no me motiva nada), y creo que volviendo a entrenar y competir a esos ritmos un poco más rápidos, volveré a ser más competitivo, dentro de mi categoría de barrigudos acabados… snif, snif…

Despido la temporada (noviembre 2015-septiembre 2016) con 268 km de natación, 8.454 km de bici, 1.506 km de carrera… y algunas canas más.

Fotos por cortesía de Deimante Fotografía, Alfredo Poo, Yaiza Natural y Luis Alonso "Bis".

Entrena como si fueses a ganar.

martes, 2 de agosto de 2016

X Triatlón de Vitoria (Ironman)

Bueno, pues tras haber dejado enfriar el horno 3 semanas, contaré cómo me las apañé para entrar en meta en el Ironman de Vitoria. Pretendo, aparte de soltar el rollo, que me encanta, describir los pormenores de la preparación, estrategias, temores, material, nutrición… vamos, lo que viene siendo mis “Grandes éxitos… y mayores fracasos”, en el mismo fascículo. Espero que a alguno le sirva como guía de lo que debe hacerse (y de lo que no).

Ahí os va una banda sonora (100% temas de los años 80) para amenizar la aburrida lectura, ¡ánimo, valientes!: PLAYLIST VITORIA 2016.


¿TÚ ESTÁS LOCO?: EEEEEEEEEH, BUENO, IGUAL UN POCO...

Cuando, allá en 2011, hice mi primer triatlón (súper-sprint de Somo), nunca hubiese dicho que algún día me plantearía, siquiera, preparar el asalto a los pesos pesados: el Ironman. La rehostia, vamos. El bueno de Iván Peláez, que ya llevaba tiempo en este deporte, y con experiencia en larga distancia, me dijo una vez: “nunca dejes el triatlón sin hacer un Ironman”. Y yo no lo veía, la verdad.

La bici era una tortura, para mí. Al menos, pasar de 60 o 70 km en una salida, y claro, cuando te planteas meterte 180 km, más lo que viene después, pues pensaba que era inalcanzable.

En 2014, con algo de bagaje en media distancia (algún medio Ironman y un doble olímpico), digamos que ya entrenando en serio, con disciplina y bastantes kilómetros en las piernas, sinceramente pensé en que podría atreverme a intentarlo. Y 2015 fue el año elegido para hacerlo. Pero circunstancias personales, alguna laboral, y la falta de motivación (cansado de cabeza, que no de piernas) con la que terminé la temporada en 2014, no fueron la mejor forma de iniciar semejante aventura, así que hubo que posponerlo.

Menos mal que me duró poco el berrinche, y en 2015 me decidí a prepararlo con todas las de la ley. Con Josué Castillo como preparador (the one and only, hasta el momento, para mí), y tras un 2015 sin competir, entrenando muy irregular y caóticamente (por libre) desde noviembre a mayo, y totalmente parado desde ese mes hasta octubre… le planteé preparar el Ironman de Vitoria, que se disputaba el 10 de julio.

A número gordo, 8 largos meses por delante para trabajar, volver a coger la rutina de entreno diario (sí, 7 días a la semana), recuperar musculatura, y… perder peso, muuuuuuucho peso: paso de 71-72 kg a 83 en ese año en blanco. Afortunadamente, la novia-entrenador dijo “sí, quiero”, y me dejó claro que en 8 meses se podía perfectamente llegar con garantías a la fecha.

Por supuesto que cualquiera puede plantearse hacer un Ironman, incluso en su primera temporada en triatlón, pero creo que lo más lógico sería ir quemando etapas, comenzar un año haciendo hasta distancia olímpica, aprender a conocerse, hacer correctamente las transiciones, habituarse a las rutinas de entrenamientos… probar a continuación con algún medio Ironman, que es una prueba que nos va a llevar, en el mejor de los casos, alrededor de 5 horas, y nos enseñará mejor a regularnos y afrontar kilómetros y sufrimiento.


NOVIEMBRE 2015 - FEBRERO 2016: CALIENTA QUE VAS A SALIR

Empezamos la comedia. Otoño con muy buen tiempo, e invierno por el estilo, sin excusas. 4 meses para ir haciendo base: 24 km/mes de piscina (sin morirme, a ritmo tranquilo), 450 km/mes de bici (con sonrojantes medias de 24 o 25 km/h, la mayoría), y 100 km/mes de carrera a pie (mis amigos los “cacos” y días de rodar 45 o 50 min, no más; y a ritmos de geriátrico, por supuesto).

Desde enero, los entrenamientos entre semana, y/o con mal tiempo, en el rodillo BKOOL, una buena inversión.

Por semanas, comencé entrenando 6-7 h, para terminar haciendo entre 10 y 12 h, siempre incluyendo gimnasio, para tonificar. Lo que decía: asequible, cómodo y a ritmo caribeño-vacilón.

Las sesiones de piscina no solían pasar de los 2.500-2.700 m, la bici 2,5-3 h máximo, y a pie, el límite estaba sobre 1 h.

Ya había comentado con Josué que quería hacer menos piscina, porque, aunque viene bien acumular metros en los meses teóricamente peores climatológicamente, veía que me aburría los años anteriores, y no progresaba significativamente. Como creo que ya escribí en la crónica anterior, se puede decir que he nadado un 25% de metros menos que en 2014, para preparar el doble de distancia el día de la prueba (de 1.900 m en el medio Ironman, a 3.800 m en Vitoria).

Una semana-tipo de estos meses de base pudiera ser:

LUNES: natación 2.000 m (1000 m suave vigilando la técnica - 500 m ritmo medio-500 m más fuerte, sin ir a tope) + 2 circuitos de gimnasio

MARTES: natación 2.500 m (1000 m haciendo 150 crol-50 otro + 300 m pies + 1000 m crol, haciendo 150 suave-50 fuerte + 200 m soltar) + carrera 50 min (20 min rodar + 6x100 m en cuesta, recuperando la bajada + 20 min a 4:40 min/km + 5 min soltar)

MIÉRCOLES: ciclismo 75 min en rodillo, rodando tranquilo, pero tocando un poco desarrollos más duros

JUEVES: carrera 40 min con 6x100 m progresivos + 2 circuitos de gimnasio

VIERNES: natación 2.500 m (600 m variados + 9x200 m/15'', haciendo palas-pull-crol, y progresivo cada bloque de tres + 100 m soltar) + carrera 60 min rodando a 4:50 min/km

SÁBADO: ciclismo 2,5 h en plano suave, acoplado

DOMINGO: ciclismo 2,5 h por carreteras con repechos

Total semana: 12,5 h


MARZO 2016 - JULIO 2016: AY, FLORINDA... ¡ME QUIERO MORIR!

La cosa se va poniendo más seria: 32 km/mes de piscina (ahora metiendo series cortas y largas), 1140 km/mes de bici (por fin van cundiendo los entrenos, y las medias pasan de 27 a 28-30 km/h en cada salida), y 175 km/mes de carrera a pie (rodajes largos, series a ritmos vivos, cambios de ritmo matadores…).

Las horas por semana estuvieron sobre las 16-17 h, en marzo y abril, para ir subiendo hasta las 20-21 h en mayo y junio, aproximándonos al pico de forma para Vitoria en julio, claro está.

En piscina tampoco hubo mucho cambio, apenas aumento de metros, hasta los 3.000 por sesión, con algún que otro día de 3.000 y pico, y un test de 4.000.

La bici… ya era otro cuento bien distinto, con sesiones de entre 2,5-3 h entre semana, y el fin de semana, ¡fiesta! (mejor léase “muerte y destrucción”): tiradas largas las mañanas de los sábados, de 4-5 h, y los domingos algo menos, pero metiendo transiciones a pie, para ir acostumbrando las piernas a la cruda realidad. Las kilometradas de fin de semana pasaron de 100 km/sesión, a 120-150 km cada una, con un test de 180 km, y otro de 200 km, 2 semanas antes de Vitoria. Estos “paseítos” son los que te dan confianza para el día de la carrera… si es que te salen sueltos, que no siempre era el caso, jeje.

En estos meses, apenas utilicé el rodillo, porque es verdad que no me gusta nada mojarme en bici, pero tampoco es posible equiparar 100 km pedaleando en la calle, a 1,5 o 2 horas de rodillo, ni por asomo. Y claro, estando ya en la parte de ir afinando la forma, no había otra que tirar de paciencia y chubasquero.

En mayo tuve un percance, que, por suerte, no me trastocó los planes, y no ocurrió nada, para lo que pudo pasar. Llegando ya a casa en la bici, con 4 horas y pico en las piernas, un coche se cruzó en mi camino, no pude evitar chocar contra él, y salté por los aires. No les debió parecer tan mal el ejercicio a los jueces, cuando me dieron un 9,750…

Bromas aparte, el golpe contra el coche no lo sufrí, porque creo que resbalé sobre el capó y caí directamente al asfalto: un golpe seco en la rodilla derecha, otro en el antebrazo del mismo lado, y el dedo gordo de la mano izquierda con distensión. La rodilla me molestó un par de semanas para correr, y un tirón en la espalda que me duró un mes y “se quejaba” al forzar el ritmo, pero nada que me hiciese bajar el pistón apreciablemente. Desde luego, no me puedo quejar. Sólo de pensar que hubiese tenido que mandar todo a tomar por el saco, a 2 meses de la prueba… bufffffff.

Mi apreciada BH G5 sufrió más que yo, y partí el cuadro al golpear contra el coche, aparte del casco contra el asfalto. Mi entrenador Josué me facilitó la “bicicleta de sustitución”, jeje, con la que pude seguir entrenando ese mes de mayo, hasta que mi amigo Marcos Bardón me entregó la cabra de contrarreloj CANNONDALE SLICE. Lo malo de la bici de Josué, que me quedaba algo pequeña, e iba arrugado como un acordeón, nunca tuve las rodillas tan brillantes, lo juro (de rozar con los codos).

Ya casi en junio, probé la cabra, y ¡oh, sorpresa! Me sentí cómodo en ella desde el primer momento. Reconozco que arriesgué un poco al dejar nada más que un mes y medio para entrenar con ella y hacerme a las nuevas sensaciones, pero pensé (y acerté), que podría ser suficiente, ya que me quedaban muchas horas y kilómetros aún para llegar a Vitoria.

A pie, pues más de lo mismo, un día de series, otro de rodaje suave, y una tirada larga, a veces en transición, después de la bici, y de 1,5 h máximo. A modo de test, un día de 30 km, probando ritmos, alimentación e hidratación.

Semana-tipo de carga:

LUNES: ciclismo 2,5 h acoplado en llano tranquilo

MARTES: carrera 80 min (20 min calentar + 2x100 m progresivos + 3x4.000 m recuperando 3 min, a ritmo de 3:45-3:50 min/km + 15 min soltar) + natación 2.000 m continuo soltando

MIÉRCOLES: natación 3.000 m (1.000 m crol + 1.000 m, 150 m crol – 50 m pies + 1.000 m, 50 m fuerte, 150 m suave) + carrera 50 min suave

JUEVES: ciclismo 3 h (1 h suave + 1,5 h acoplado a ritmo medio-alto + 30 min suave)

VIERNES: natación 3.000 m (1000 m haciendo 75 m crol-25 m otro + 1.000 m haciendo 50 m técnica-50 m crol + 300 m crol + 300 m palas + 400 m crol) + carrera 35 min suave con 6x100 m progresivos

SÁBADO: ciclismo 3,5 h tranquilo + carrera en transición 80 min tranquilo

DOMINGO: ciclismo 180 km acoplado lo que se pueda a ritmo normal, probando comida y bebida del Ironman

Total semana: 20,5 h

Encajar todo esto con la familia y el trabajo, implica levantarse algún día a las 6:30 de la mañana a correr, o a estar para cuando abran la piscina a las 7, entrenar en ayunas, volver a casa, desayunar, y a trabajar. A veces, entrenar a mediodía justo antes de comer, y otras (algunas veces natación o carrera, pero siempre la bici, que es la que lleva más tiempo, con diferencia), por la tarde, después de trabajar.

Doblar sesiones también es habitual, si no, no cuadran las cuentas, es imposible. Y el fin de semana, las mañanas del sábado y del domingo, están comprometidas para las salidas largas de bici, con alguna transición a pie.

Total, me presentaba en Vitoria con un total de 226 km de natación, 6.448 km de bici, y 1.121 km de carrera a pie.

Como he leído alguna vez, "la distancia entre el querer y el poder se acorta con el entrenamiento". Qué gran verdad.



¿QUÉ SE COME PARA PREPARAR UN IRONMAN?

Pues muy sencillo: de todo. En 2013 seguí los consejos de la gran nutricionista Clara Sánchez, y aprendí a comer mejor, variado y distribuido en 5 comidas al día, bebiendo bastante líquido. Es fácil.

Nunca me he querido complicar la vida demasiado con la comida, así que mi dieta ha sido la habitual de cualquier hogar español: lentejas, arroz, yogur, queso (muuuuuuuucho queso), ternera, pan, macarrones, pizza, brócoli, pollo, ensalada, salmón, etc., etc. Sin privarme de casi nada, y comiendo a media mañana y media tarde dos piezas de fruta o un sándwich de pavo y queso.

No he bebido el agua que hubiese sido deseable, pero lo he intentado suplir con litros de cerveza Radler e isotónico del MERCADONA. Del resto de vicios, tales como chocolate, gominolas o helados, cuando apetecía, pero no todos los días, evidentemente.

Para el desayuno, siempre lo mismo, pero porque me resulta cómodo y me encanta: tazón de leche desnatada con 6 galletas tipo Digestive y muesli, un zumo de dos naranjas y un Actimel.

Para las salidas de bici, que son las que exigen más alimento “extra”, he ido a lo económico, no está la cosa como para invertir en barritas energéticas de a euro la pieza durante todo un año… me han acompañado barritas de cereales de supermercado, pan de leche relleno con crema de cacao, o croissants rellenos de chocolate. Como bebida, la ponchera con POWERADE, ISOSTAR, isotónico del súper, y a veces, agua de las fuentes.

Y al regreso de los entrenos largos de bici, he recuperado comiendo a lo práctico: arroz con atún, parrillada de verduras o fabada, y yogur o helado de postre. Siempre regado con cerveza Radler. Como decía, práctico.

En resumen, aunque en estos meses he adelgazado casi 12 kg, sigo gordinflas, no estoy para nada
definido, aparte que mi organismo no es de los de marcar tableta. Pero el porcentaje de grasa, aunque no lo controlo, no es el más deseable, eso está claro. Estoy satisfecho con rondar los 71-72 kg, voy moderadamente ligero corriendo y en bici, y no salgo resultón en las fotos. Es lo que hay.

Tema importantísimo, la suplementación: justo antes de desayunar, tomo una pastilla de Multicentrum (vitaminas) y otra de Tardyferon (hierro). Antes de entrenar, una cucharada de glutamina en polvo, y otra de BCAA (aminoácidos ramificados) al terminar, primordial para regenerar músculo. Me ha ido de maravilla, tras palizas de todo tipo, al día siguiente estás como nuevo, o casi.

En cuanto al día de la prueba, opté por productos de la marca que iba a encontrar en Vitoria: INFISPORT. No son baratos, pero funcionan. Para beber, ND3 en polvo. Para comida sólida, barritas de ND3 y Energy Bar. Y pastillas de sales cada hora.

Tuve que hacer de alquimista el día antes de salir para Vitoria, y preparar unos paquetitos con la comida para tomar en bici. La bebida, no tuve más remedio que meterla en botecitos de plástico pegados al cuadro, y mezclarlos con agua que proporcionaba la organización.

Mis cálculos eran, atendiendo al contenido en carbohidratos de las barritas y bebida que iba a tomar:




0 min: ¼ Energy Bar + 100 ml agua = 6,6 gr HC
7 min: 100 ml ND3 = 11,3 gr HC
15 min: ¼ barrita ND3 + 100 ml agua = 8,2 gr HC


Dicho de otro modo, cada barrita partirla en 4 trozos, y tomar uno cada 15 minutos, junto con un trago de agua, y entre medias, trago de ND3. De esta forma, iba a rondar un aporte de carbohidratos de unos 75 gr/h, sin contar con los trozos de plátano que también había en los avituallamientos, y de los que no perdoné ni uno.

A partir de la primera hora y media, una pastilla de sales cada hora, y a rezar. Rezar mucho.

Para la maratón, con un puesto de avituallamiento cada 2,5 km, pensé tomar un gel con agua en uno, y POWERADE en el siguiente, así hasta el final, sin olvidar la pastilla de sales por hora. El cálculo aproximado para la carrera era de unos 70 gr/h de carbohidratos.

En lo que respecta a los días previos, del lunes a miércoles anterior a la carrera (domingo), intentar reducir la ingesta de carbohidratos, para realizar una carga del jueves al sábado, que hice comiendo regularmente, más un suplemento de 150 g de maltodextrina en polvo diluida en 1,5 litros de agua, bebida a sorbos a lo largo del día.

La verdad es que llegué a Vitoria con sensación de ir hinchado. Tanta alfalfa, es lo que tiene, que el burro engorda. Pero es que sólo hay 2 fulanos a los que no soporto de ninguna manera: Ramoncín y El Tío del Mazo. El primero, sabía que no iba a aparecer el día de la carrera, pero no estaba tan seguro de las intenciones del segundo…


SENSACIONES PREVIAS A LA CARRERA

Me hubiese encantado decir que me encontraba de maravilla, pero tampoco fue así. Entrenando, había bastantes días en los que era una especie de entrenamiento en fatiga, sobre todo al final de la semana, aunque Josué me decía que era normal.

No estaba arrastrándome de cansancio, es la verdad, pero tampoco me veía especialmente suelto. Es complicado de explicar. En cualquier caso, el día que hay que estar bien es en el que toca competir, y a eso me aferraba: la mezcla de meses de entrenamiento, con descanso, carga de carbohidratos y la adrenalina.

Otro aspecto importante: el entrenamiento mental. He sido cabezón como yo solo, y de los 101 entrenamientos de bici que he tenido hasta Vitoria, he salido acompañado, que yo recuerde, 4 o 5 veces, y ni una más.

Corriendo, y sobre todo, nadando, tampoco es difícil entrenar solo, porque llegas a casa cuando puedes, a las horas que tocan, con lo cual no es tan fácil quedar con nadie. Y en la bici, como digo, nunca faltan voluntarios para ir en grupeta, sobre todo los fines de semana, pero no he querido ir acompañado.

Alguno, sobre todo los ciclistas, se reirá al leer esto, pero… coño, qué ingrato es salir de casa un sábado de abril, a las 8 de la mañana, montarte en la bici, y estar empapado a los 300 m, cuando te faltan aún 4 horas de darle a los pedales, y la cabeza te pide, cada media hora (por ser generoso), darte la vuelta, meterte a la ducha calentita, y repetirte a ti mismo delante del espejo (desnudo, o no, es opcional): “¡eres gilipollas!”.

Pero es que 180 km son muchos, en soledad, como para no entrenarlos tú, contigo mismo, contra el aburrimiento, la lluvia, el cansancio, la sed, el viento, los pinchazos… Y reconozco que, a excepción de los días de mojaduras, el resto han sido medianamente llevaderos.

Más cosas. Te conviertes en experto en meteorología, te aprendes de memoria el parte horario de las zonas que frecuentas en bici, y optas por una u otra, según por dónde veas que va a llover más, o pegar más fuerte el viento. En ocasiones, te va a dar lo mismo, estarás más solo que Gary Cooper, y te va a atizar el temporal hasta en el cielo de la boca.

Te conoces las fuentes de aquí a 100 km. Sales de casa con un par de poncheras, pero no duran eternamente, y no digamos nada en días calurosos, así que te va a tocar reponer agua, sí o también.

Por último, te sabes el kilometraje de las rutas ciclistas que te rodean, y las vas encajando según la dureza y el horario que tengas en el menú del día. Ni que decir tiene, que yo me he pasado 8 meses yendo y viniendo por Cabuérniga, y algo menos, por Renedo y la zona de Selaya.

No me he tenido que meter mucho puerto, para preparar Vitoria, así que tuve que ingeniármelas para sacar rutas de 150 km, preferiblemente llanas (algo imposible en Cantabria), y sin tener que dar 5 vueltas a un mismo circuito y volverme loco del todo.


EL PORQUÉ DE CORRER UN IRONMAN, PRECISAMENTE, EN VITORIA

Porque yo no engaño. No me van los circuitos duros, ni me gustan demasiado. Vitoria es de perfil ciclista más bien rodador, la natación es en un pantano, y la maratón es por la ciudad, totalmente plana.

La inscripción es económica, puesto que teniendo en cuenta que una carrera de la franquicia Ironman o Challenge, supone unos 500 EUR… pues 270 EUR (más 30 EUR de seguro de cancelación), es algo más que asumible.

Por descontado, está muy cerca de Cantabria, a unas 2 horas de coche, con lo cual, la logística propia de ir, llevar el material, alojarse, y para los acompañantes/animadores, es mucho más sencilla.

Finalmente, tengo a varios amigos que han competido en este triatlón, y hablan maravillas, acerca de la buena organización y del ánimo de los vitorianos, que se agradece mucho.

Siendo totalmente realista, me gustaba la idea de intentar, al menos, coquetear con la sensación de poder bajar de 10 horas, que ya es correr. Yo, que lo más que he hecho en esta vida, ha sido quedar 4º en el concurso de Miss Villasevil, o dicho de otro modo, que soy un flete del montón. No me engaño, simplemente veo la posibilidad de poder estar cerca de conseguirlo, así que, ¿por qué no probar?.


EL DÍA ANTES... Y ESA MISMA DESEADA (Y TEMIDA) MAÑANA


Al lío. De mi equipo Triatlón Costa Quebrada, íbamos Aitor, Nanduco y Chuspi al medio Ironman (que se hace al tiempo, sobre el mismo circuito), y Lolo, Oli, Alejo y yo, al Ironman.

Cada uno iba, por así decirlo, por libre. Alojamiento por su cuenta, unos acompañados, otros no, pero con la motivación por las nubes. ¡Vaya risas comiendo ese día antes, tirados en un parque! Sin duda, eso es lo que une más a un grupo de amigos: la convivencia.

A mí me acompañaba la mayor sufridora de todos estos meses: mi preciosa novia, Bea. Escogí un hotel rural en Ozaeta, un pueblo pequeño muy tranquilo, a unos 15 km de Vitoria, y por el que se pasaba en el circuito de bici, precisamente.

Salimos el sábado 9 en coche para Vitoria, cogimos dorsal y dejamos el material de la T2 preparado, aparte de comer. Por la tarde, nos acercamos al pantano de Landa, a dejar la bici y el material de la T1. El ambiente en Vitoria estaba bonito, con los expositores de varias marcas del gremio triatlético, pero el del pantano… horrible. Muchísima gente para dejar la bici, y es que, unas 3.000 personas, más los respectivos acompañantes, ocupan una barbaridad, pero salvamos la situación dignamente, jeje.

Pudimos saludar a Sergio Bolado (T. BUELNA-BATHCO) y Miguel Ruiz (T. BUSCADORES), que competían en categoría Élite en el medio Ironman.

Cena en Vitoria en una pizzería, y el estar pasándolo bien, hizo que me fuese a dormir bastante tarde (la 1:30, más o menos), teniendo en cuenta que me iba a levantar a las 5 de la mañana.

Pero bueno, siempre dicen que esa noche tampoco importa mucho el no dormir lo suficiente. De hecho, con el calor que hacía en la habitación, a las 4 ya estaba desayunando tranquilamente y poniéndome las calcomanías con el dorsal en el brazo y pierna izquierdos.

Tenía mis temores, acerca de ir al baño antes de la carrera, y no tener que pasarlo mal o parar durante la misma, pero esa mañana evacué sin problemas.

Dejamos el coche a eso de las 6:30 en el "Hotel Lakua", desde donde un autobús de la organización te llevaba al pantano de Landa, que estaba cerrado al tráfico. Había varios, desde unos cuantos puntos de la ciudad, tanto para los triatletas, como para los acompañantes, la verdad que muy bien preparado.

Un paseo de un kilómetro hasta el pantano, y a ponernos el traje de luces. 3.000 bicis son muchas bicis y mucha gente, así que sólo pude estar con Alejo, de los “míos”, hasta casi la salida, puesto que teníamos las bicis juntas.

Como siempre digo, el día de la carrera es el día de fiesta, y no me pongo nada nervioso. El ambiente es fantástico, los fotógrafos se ponen las botas, captando las expresiones de los participantes embutidos en el neopreno: caras de preocupación, de nerviosismo, de concentración, de bromas…


La salida se retrasó casi una hora, debido a la intensa niebla que había esa mañana en la zona del pantano, pero el tiempo transcurre rápido, y además me encuentro con los otros compañeros “Iron” y echamos unas risas. También puedo encontrar a Bea y a Ana (novia de Lolo y excepcional fotógrafa, bajo el seudónimo de “Parando El Crono”), y comentar brevemente con ellas las inmensas ganas que tenemos de que baje el telón. Después me encuentro con Fer P. Jorrín, que también está en el tumulto de neoprenos, jeje.

Van llamando para la salida a los aproximadamente 2.000 participantes del medio Ironman, pistoletazo y… nos toca a los “mayores”…


LAS 3 "C" DEL IRONMAN: 1º NADAR CON CALMA (3,8 km)

Al final, tomamos la salida 872 participantes, en el Ironman, y me coloqué centrado entre ellos, entre la segunda y tercera fila.

He tenido suerte, hasta este día 10 de julio, porque nunca había llevado tanto golpe en un triatlón, cuando pensé que sería todo lo contrario. Inocentemente, pensé: “en una prueba de 10 u 11 horas, de media, digo yo que no se salga como si se fuese a acabar el mundo…”. Pues me equivoqué.

Aquí no cede nadie, lo tengo claro. Y yo, no iba a ser menos. Intento nadar e ir recto, sin molestar demasiado, más que pegar algún manotazo a los pies del que llevo delante, algo inevitable, entre tanta gente. Pero alguno pega unas hostias curiosas, pensé varias veces que me arrancaban el reloj, o peor aún, las gafas.

¿Cómo es posible que te den golpes de costado, cuando las brazadas se dan al frente?

Los 700 primeros metros, hasta la primera boya de giro (700 m + 500 m + 700 m = 1.900 m, más otra vuelta idéntica), peleando, tragando algo de agua, sin ir lo ligero que hubiese deseado, pero llego vivo. Algo es algo.

A partir de aquí, la muchedumbre se va estirando, y consigo hacer los 3.100 m restantes a pies de unos buenos nadadores: los que te llevan a un ritmo ligeramente superior al que irías solo, pero sin que te obliguen a esforzarte. Es la ventaja de “chupar rueda” en la natación, que vas más descansado.


La primera vuelta de 1.900 m la hago en 32 minutos, contento, aunque he perdido algo en la pelea de los primeros 700 m. Pero todo está bajo control. La segunda vuelta la sigo haciendo igual, y salgo del agua en 1:02. Por mi GPS, he nadado 4.067 m (no tengo constancia de haber alargado la trayectoria, así que, o es error de medición del pulsómetro, o realmente las boyas diferían esos 267 m, aunque me inclino más por lo primero), a un ritmo medio de 1:32 min/100 m, y muy cómodo. Perfecto.

Finalizo la natación el 106º de 872.


LAS 3 "C" DEL IRONMAN: 2º PEDALEAR CON CABEZA (180 km)

Tras una transición de 3 minutos, que se podría haber ajustado más, pero que tampoco me importó demasiado, me subo a la cabra.

Primera grata sorpresa, Juanra (DUATLÓN POLANCO) me anima y me dice que voy muy bien. Jeje, y yo pensando: “y tanto, apenas llevo una hora de castigo, queda lo peor”.

Primera vuelta de 47 km, en la que voy volaaaaaaaaando. Las piernas sueltas, cadencia alta, y la media de 35 km/h sin apenas esfuerzo. Un tramo de unos 300 m al 10%, lo hago a molinillo, y pasando a bastante gente. Qué soltura, hijo mío. Y no me adelanta apenas nadie, buena señal.

El circuito es rápido, con toboganes, y una única zona en la que meter plato pequeño: la presa del propio pantano de Landa. Pero es un tramo de un par de kilómetros, más o menos.

Bufffff, como esto sea así, día glorioso… En un tramito de ida y vuelta hasta el pueblo de Lubiano, el único en el que te vas encontrando de frente con los otros triatletas, veo a Alejo, y le puedo animar. Más adelante, al volver a pasar por Landa, veo a Bea (literal, porque estaba despistada y la tuve que “animar” yo a ella, jaja) y Ana.

Pero empezamos la segunda vuelta, de 72 km. Y nada más pasar por el pueblo donde dormía, Ozaeta, el estómago me empieza a dar la lata, con gases inoportunos. Vigilando no llevar a nadie por detrás (no es cuestión de despeinar al personal), procuro ir expulsando lo que puedo, aunque me duran las molestias un buen rato aún.

Sobre el km 90 de bici me tomo un ibuprofeno, en plan “por lo que pueda pasar”, más que nada.

Cuando giramos en Salvatierra, para encarar hacia Vitoria de nuevo, se levanta viento de cara, algo habitual, pero que siempre me cabrea, es lo que más duro se me hace de la bici. Los toboganes y zonas en las que la carretera pica un poco para arriba, me ralentizan bastante, pero procuro no forzar piernas, acoplarme lo más posible, y seguir concentrado en comer y beber.

Desde que me aparecen las molestias estomacales, me cuesta meter comida al cuerpo, pero, por suerte, al ser ¼ de trozo de barritas, son bocados pequeños, y me resulta fácil obligarme a comer. La bebida entra mejor, porque empieza a hacer mucho calor, aunque la comedia de mezclar los polvos de ND3 con las poncheras de agua, sobre la marcha, con el viento soplando… pues parece que ha estado Maradona de fiesta sobre el cuadro de la bici.

La idea de hacer los paquetes de comida es buena, aunque el film con el que lo envuelvo, me da demasiada guerra y pierdo tiempo al intentar comer (cada 15 minutos), de hecho he debido de comer algún que otro trozo de plástico, al deshacerse las barritas. Gajes del oficio.

Llevé 8 paquetes, pensando en consumir uno por hora, con 2 de reserva, por si perdía alguno, o tenía más hambre. Perdí 2 pastillas de sales por el camino, así que esas 2 de más, me vinieron de cine.

Noto que la media, inevitablemente, va bajando poco a poco, pero no me altero, y sigo concentrado en ir suelto de piernas.

En el tramo de ida y vuelta, vuelvo a cruzarme con Alejo, al que he metido un poco más de tiempo. Pero no logro reconocer a nadie más.

Tercera y última vuelta, con 61 km, casi idéntica a la segunda. Más viento aún, y la cabeza ya diciendo que tiene ganas de tirar la bici y ponerse a correr.

De tanto malabarismo sobre el acople de la cabra, entre despegar barritas y rellenar poncheras, paro el reloj unas cuantas veces, así que me olvido de él, y pregunto a un chico, a falta de unos kilómetros para llegar a Vitoria, cuánto tiempo total lleva. Me responde que 5:25, así que, con esa cifra, pongo de nuevo en marcha el reloj, y voy calculando.

En el famoso tramito de ida y vuelta, no es a Alejo, sino a Oli a quien me cruzo de frente, ¡va de menos a más, el presi!.

Finalmente, llegamos a Vitoria, callejeando un poco hasta la zona de transición, donde el ambiente de la gente animando ¡es impresionante!. Suelto la bici a los voluntarios, y corro por la alfombra, hacia la carpa donde estaban las playeras, calcetines, gorra, gafas y riñonera con geles y pastillas de sales.

Termino el sector de bici en 5:35, a una media de algo más de 32 km/h, que, dadas las circunstancias de calor, viento, peleas con los envoltorios y poncheras y estómago revuelto, estaba más que aceptable, pues tenía las piernas per-fec-tas. ¡Sí se puede!


LAS 3 "C" DEL IRONMAN: 3º CORRER CON COJONES (42,2 km)

Esta transición me lleva más tiempo, algo más de 5 minutos, entre que corres a entrar y salir de la carpa, y me siento a calzarme tranquilamente, no vayamos a liarla y, por querer abreviar, dejar los calcetines con arrugas y tener después ampollas…

Salgo por fin a correr, risueño y saltarín, y con la mente puesta en ir a ritmo controlado de 5 min/km, a ver qué tal iba saliendo la cosa. De hecho, en los primeros kilómetros, tenía que irme frenando, pues me iba a 4:40 como nada, el ritmo habitual con el que he rodado las tiradas largas de los últimos meses… pero Josué me puso el candado, y me aconsejó ir más conservador.

Dicho y hecho, voy bien, tomo la primera pastilla de sales, y… oh, oh… en cuanto tomo el primer gel con agua, el estómago vuelve a revolverse, ¡pero de qué manera! Voy bajando el ritmo, pero porque no me da más la tripa, y no consigo bajar de 5:30 min/km… vaya faena.

Me adelanta al poco Oli, que, piano-piano, va a su ritmo, y se aleja poco a poco. Algo después, es Fer P. Jorrín el que me sobrepasa, y le animo, porque va realmente muy bien. Y tengo que empezar a caminar, estaré por el km 7 u 8 de la maratón, y me empieza a rondar la cabeza la idea de abandonar, por primera vez.

Siempre te dicen, los que llevan varios ironmanes de experiencia, que crisis tenemos todos, y tarde o temprano, aparecen. En ti está el saber gestionarlas y no dejar que los pensamientos negativos pesen más que las ganas de seguir y terminar.

Muy bonito todo, pero yo estaba pasándolas canutas, con un dolor de tripa de aúpa, andando y apretándome el vientre con una mano. Un gran porvenir, cuando te quedan 30 y pico km todavía por delante.

Sin terminar la primera vuelta (10,5 km por cada una), estaba buscando a Bea, para decirle que estaba pensando en tirar la toalla, necesitaba oír su opinión (que después supe que hubiese sido: “ni de coña, después de aguantarte todo este tiempo, ahora vas y lo terminas, ¡o te llevo a rastras!”). Muy comprensiva, mi amor…

Seguí unos metros más, hasta que encontré a Choco (T. VIBIKE), que había hecho el medio Ironman y estaba colaborando en uno de los avituallamientos, y me animó una barbaridad. También los padres y hermanos de Oli, que no vieron mi mejor cara, jaja.

Menos mal que encontré uno de los baños móviles (que, afortunadamente, estaban parados, jeje, no tenía yo el chichi pa’ farolillos), y estuve tranquilamente allí, hasta que, vacío, recuperé el buen estado del estómago y parecía que podía continuar. Perdí 15 o 20 minutos, pero mereció la pena.

En marcha de nuevo, me encuentro pletórico, y comienzo a correr perfectamente, incluso por debajo de 5 min/km, sin problemas. Encuentro a Juanra y a Bea, me animan y les digo que ya estoy perfectamente, así que tiro para adelante, que aún me quedan 20 y tantos kilómetros.

Paso después por la zona en la que están mis amigos del equipo: Juan Espino, Aitor, Nanduco, más las chicas. Y también Gelín Herrera y Miguel, compañeros de trabajo de Alejo. No se sabe lo bien que vienen los ánimos, hasta que uno va tocado.

Aunque… dura poco la alegría, en casa del pobre. Sigo comiendo y bebiendo, pero no parece que lo esté asimilando nada bien. A pesar de beber algo de Coca-Cola para asentar un poco el tema, la hormigonera vuelve a tener retortijones serios, y no me queda más remedio que volver a parar.




Otros 25 minutos tranquilamente, hasta vomitando, vaya faena. En el mismo día, no sólo rodando un episodio de Juego de Tronos, sino una temporada entera. Conjuntamente con otros tantos de The Walking Dead. Las cartas que habían repartido fueron esas, y con esas se tuvo que jugar.

Ahora, con el tiempo, creo que mi problema fue que tuve un consumo excesivo de sales. Tanto miedo a estar bajo de ellas, y a sufrir calambres, que tuve algo así como una sobredosis, y una de las respuestas del cuerpo es… gases, diarrea y vómitos. Eso sí, ¡calambres, ni uno! Jaja. Me recuerda mucho al chiste ese que dice:


- Cariño, perdóname, te di las pastillas para los nervios en lugar de las de la diarrea, ¿cómo estás?
- Bien mi amor, todo cagado, pero tranquilo

Kilómetro 25 de la maratón. 17 km restan todavía, y aunque con el estómago vacío, las piernas y el motor están perfectos. Así que decido tirar de cabeza, y, como dice mi amigo y compañero Juan Espino, en "modo Homer". Llego a un avituallamiento, bebo un par de vasos de Aquarius, camino 5 minutos, y vuelvo a correr suave hasta el siguiente avituallamiento.

La idea es, ya que tengo que hacer un par de horas aún hasta la meta, intentar no forzar en absoluto, para no sufrir un bajón y tener que ir a 4 patas, muerto del todo. La rodilla derecha me empieza a doler un poco, así que me tomo otro ibuprofeno, para aguantar mejor.

Así, al tran-tran, consigo avanzar. Habrá alguno al que he adelantado como 7 u 8 veces, mientras corría suave, a 5:15 o 5:20 min/km, y que me volvían a adelantar cuando paraba a beber y caminar un poco… de auténtico chiste.

Cada vuelta supone un subidón, cuando me encuentro con mi novia y amigos, más la gente de Vitoria, que lee tu nombre en el dorsal y te anima como si te conociese de siempre. Y voy llegando, voy llegando, voy llegando… incluso disfrutando, en la medida que puedo.

Por fin, me acerco a la zona de meta, y justo antes de girar al arco del final, Bea sale entre el público, nos besamos, y entro a terminar el suplicio, tras 11 horas y media desde que salté al agua del pantano de Landa.

Finalizo la maratón en 4:43, a tomar por saco de lo esperado, that’s life. El parcial 541º de todos los sufridores.





EL POST-COMPETICIÓN

En los puestos de comida y bebida nada más cruzar meta, está mi compañero Oli, que ha terminado algo antes que yo, ¡qué duro es el tío!

Puedo, por fin, estar un rato con mi novia, charlando tranquilo. Es curioso, estoy cansado, pero no muerto. Parece que tantas horas no han bastado para agotarme.

Nos sentamos Oli y yo tranquilamente en una mesa, me bebo una Radler de cañero, cortesía de la organización, jeje, e intento comer un sándwich de jamón y queso, pero… tengo un tapón que no me deja apenas comer nada, sólo líquido. Bueno, tendrá que ser así.

Y en ese instante, ocurre algo que nunca olvidaré. Por encima de mis propios sentimientos, mi cansancio, mis amigos y novia compartiendo todo esto, una imagen centra toda mi atención: entra un señor a meta, con la medalla de finisher en el cuello, caminando despacio, a la vez que se le van escapando lentamente unas lágrimas.

No puedo evitar decirle: “ha costado, ¿eh?, ¡pues enhorabuena, que lo tenemos hecho!”, me mira, rompe a llorar como un niño y me abraza. ¿Quién sabe qué emociones le estaban pasando por la cabeza en ese momento? ¿qué historia tendría detrás? No sé su nombre, ni recuerdo su dorsal, qué más da. Podría decir que ese fue EL MOMENTO. La esencia de este deporte, en general, y del Ironman, en particular, concentrados en escasos segundos.

Del resto de mis compañeros, no supe nada hasta horas después. Tenía ganas de ir a ducharme al hotel, y aún me quedaba, tranquilamente, una hora de viaje, entre recoger todo el material de nadar y la bici, llegar a mi coche (que estaba en las afueras de Vitoria, tuvimos que coger un taxi), y desplazarme hasta Ozaeta.

Pues bien. Todos terminamos: Nanduco, Aitor y Chuspi el medio Ironman, y los 4 jinetes el Ironman. Se rumorea que Alejo se estuvo guardando para las vacaciones que se iba a pegar en Ibiza, que justo empezaban el día después, jaja.

Ya en el hotel, después de tantas calorías invertidas en la carrera (unas 10.900, según mi pulsómetro), lo único que consigo tragar es agua, una tortilla de jamón y un yogur natural. Independientemente de la necesaria ducha, seguiré visitando el baño a intervalos regulares, durante esa noche.

El día después, ya empiezo a estar como nuevo, y el desayuno lo devoro sin contemplaciones. Un paseo por Vitoria con Bea, con alguna agujeta en los cuádriceps, pero nada serio. Volviendo a recorrer físicamente algunas de las calles que tanto me hicieron odiar y amar esa ciudad el día antes.

Y para casa, ese día, que me tomé de vacaciones. Pero el martes… vuelta al trabajo. Y temeroso, porque, con semejantes palizas, las agujetas malas no son las del día siguiente, ¡qué va!, son las que aparecen a los 2 días.

Pero no. Sin mucha diferencia al lunes, pasé el martes sin más historias; y el miércoles, ya, como si nada. Nunca lo hubiese dicho, pero me hace pensar en dos cosas: o estaba infinitamente entrenado y/o preparado para tanto esfuerzo (que así lo creo, en parte), o la maratón la hice muy lenta y cómoda, que no entraba en mis planes, por lo que no castigué en exceso las piernas (también es evidente que sí).


ANÁLISIS POST-MORTEM DESDE LA TRANQUILIDAD DEL SOFÁ

He conseguido terminar lo que me había propuesto; digamos que estoy satisfecho, aunque no contento, porque tenía mucho más que dar y no pude. Quedé en el puesto 370º de 872 que tomamos la salida, qué pena no haber aguantado sin las malditas molestias… pero podría haber sido peor: ser uno de esos tíos que salen de casa en mocasines de colores, ¡y a juego con el pantalón! El caso es que parecen personas normales, y todo… ver para creer.

Mientras entrenaba estos meses, durante la parte buena de la carrera, en los momentos malos de la misma, descansando en el hotel cuando terminé, pasados unos días, y escribiendo ahora estas líneas, digo lo mismo. No vuelvo a preparar un Ironman, porque, sinceramente, a mí no me compensa.

Ya han pasado unas semanas, la cosa se ha enfriado bastante, y no cambio de idea. Al menos, no entrenando todo lo que he tenido que hacer este tiempo: los 7 días de la semana, excepto cuando no pude algún día por lo que fuese, y los escasos que tuve de descanso programado por el entrenador.

Calculo, que, en 8 meses, no hayan pasado de 10 o 12, de reposo TOTAL. Se hace pesado, bastante.

Me ha encantado estar en una prueba con semejante ambiente: 3.000 participantes. Se respira triatlón. Pero creo que esas sensaciones las obtengo con un medio Ironman, y no me exige tanto.

Valoro, respeto y admiro, por supuesto, al que colecciona pruebas de larga distancia, pero resulta antieconómico (inscripción, desplazamientos, alojamientos y gastos varios, ninguno barato, generalmente), la relación con la familia se resiente, y yo aún tengo ganas de esforzarme y exigirme algo más que competir para simplemente poder terminar. Lo siento, pero es lo que pienso. Si entreno, dentro de las horas que pueda y de mis propias limitaciones físicas, que soy realista, lo voy a hacer a tope.

Casi se me olvida, me llevo un tatuaje por toda la espalda como recuerdo de este Ironman (¡¡¡ouch!!!).

Me encanta la media distancia, no tanto la larga distancia. Tranquilos, que del deporte también se sale…

Agradezco mucho los ánimos, consejos, ayudas, tiempo y esfuerzos dedicados por:

- mis conocidos de los entrenamientos o simplemente de la calle
- mis compañeros del equipo Triatlón Costa Quebrada en la distancia
- Aitor Roiz (por su apoyo en materia mecánica y en la pegajosa maratón)
- Alfonso Calonge (teníamos previsto estrenarnos juntos en larga distancia, no ha podido ser, aunque estuvo en mi cabeza en Vitoria conmigo)
- Juan Espino (por animar en cada laaaaaarga vuelta en la maratón)
- Ana “Parando el Crono” (compañera de Lolo Ramos, que hizo el Ironman conmigo, saca unas fotos acojonantes, y tiene paciencia infinita): "PARANDO EL CRONO" EN FACEBOOK
- Juanra González (2 veces finisher en Vitoria, y que fue a animarnos y levantarnos la moral, cuando más falta hacía)
- Imanol Mújika y Jorge Morales (increíbles y desinteresados fotógrafos, que aguantan en las cunetas horas y horas, para sacarnos fotos a unos “don nadies”; bueno, lo de Jorge no es tan desinteresado, funciona a base de platazos de alubias, jaja): "MUJIKA" EN FACEBOOK y JORGE MORALES ("CABARRAL" U "ONA ONARI") EN FACEBOOK
- Juan Ramón Castillo “Choco” (por apoyar en el punto de avituallamiento, cada vez que pasaba arrastrándome por allí)
- Clara Sánchez (nutricionista, que me asesoró hace tiempo, y aún sigo esos consejos para aprender a comer más equilibrado, y controlar los excesos; otra cosa es que lo consiga, jeje): BLOG DE CLARA
- Marcos Bardón (por sus consejos y su valioso material)
- Gelín Herrera y Miguel (compañeros de profesión de Alejo y que también me animaron a tope)
- Luis López (excompañero del equipo, por los ánimos antes y después, así como por preocuparse en la época en que sufrí el accidente de bici y las semanas posteriores)
- la familia de mi compañero Oli (más de lo mismo, siempre con buenas palabras para salir de los baches, que fueron muchos, jaja)
- Pedro L. Gutiérrez (buen amigo, otro valiente que terminó esta prueba el año pasado, y me ayudó mucho con sus consejos)
- mi entrenador Josué Castillo (consigue que, incluso un percherón acabado como yo, a veces pueda pasar por un pura sangre)
- y, por encima de todo, a mi novia Bea (madre y compañera leal y sufrida; la mitad de este duro Ironman, es de ella, porque ha hecho muchos-muchos-muchos sacrificios, para que yo haya podido entrenar todo este tiempo).

¡Gracias a todos!

Entrena como si fueses a ganar…