martes, 2 de agosto de 2016

X Triatlón de Vitoria (Ironman)

Bueno, pues tras haber dejado enfriar el horno 3 semanas, contaré cómo me las apañé para entrar en meta en el Ironman de Vitoria. Pretendo, aparte de soltar el rollo, que me encanta, describir los pormenores de la preparación, estrategias, temores, material, nutrición… vamos, lo que viene siendo mis “Grandes éxitos… y mayores fracasos”, en el mismo fascículo. Espero que a alguno le sirva como guía de lo que debe hacerse (y de lo que no).

Ahí os va una banda sonora (100% temas de los años 80) para amenizar la aburrida lectura, ¡ánimo, valientes!: PLAYLIST VITORIA 2016.


¿TÚ ESTÁS LOCO?: EEEEEEEEEH, BUENO, IGUAL UN POCO...

Cuando, allá en 2011, hice mi primer triatlón (súper-sprint de Somo), nunca hubiese dicho que algún día me plantearía, siquiera, preparar el asalto a los pesos pesados: el Ironman. La rehostia, vamos. El bueno de Iván Peláez, que ya llevaba tiempo en este deporte, y con experiencia en larga distancia, me dijo una vez: “nunca dejes el triatlón sin hacer un Ironman”. Y yo no lo veía, la verdad.

La bici era una tortura, para mí. Al menos, pasar de 60 o 70 km en una salida, y claro, cuando te planteas meterte 180 km, más lo que viene después, pues pensaba que era inalcanzable.

En 2014, con algo de bagaje en media distancia (algún medio Ironman y un doble olímpico), digamos que ya entrenando en serio, con disciplina y bastantes kilómetros en las piernas, sinceramente pensé en que podría atreverme a intentarlo. Y 2015 fue el año elegido para hacerlo. Pero circunstancias personales, alguna laboral, y la falta de motivación (cansado de cabeza, que no de piernas) con la que terminé la temporada en 2014, no fueron la mejor forma de iniciar semejante aventura, así que hubo que posponerlo.

Menos mal que me duró poco el berrinche, y en 2015 me decidí a prepararlo con todas las de la ley. Con Josué Castillo como preparador (the one and only, hasta el momento, para mí), y tras un 2015 sin competir, entrenando muy irregular y caóticamente (por libre) desde noviembre a mayo, y totalmente parado desde ese mes hasta octubre… le planteé preparar el Ironman de Vitoria, que se disputaba el 10 de julio.

A número gordo, 8 largos meses por delante para trabajar, volver a coger la rutina de entreno diario (sí, 7 días a la semana), recuperar musculatura, y… perder peso, muuuuuuucho peso: paso de 71-72 kg a 83 en ese año en blanco. Afortunadamente, la novia-entrenador dijo “sí, quiero”, y me dejó claro que en 8 meses se podía perfectamente llegar con garantías a la fecha.

Por supuesto que cualquiera puede plantearse hacer un Ironman, incluso en su primera temporada en triatlón, pero creo que lo más lógico sería ir quemando etapas, comenzar un año haciendo hasta distancia olímpica, aprender a conocerse, hacer correctamente las transiciones, habituarse a las rutinas de entrenamientos… probar a continuación con algún medio Ironman, que es una prueba que nos va a llevar, en el mejor de los casos, alrededor de 5 horas, y nos enseñará mejor a regularnos y afrontar kilómetros y sufrimiento.


NOVIEMBRE 2015 - FEBRERO 2016: CALIENTA QUE VAS A SALIR

Empezamos la comedia. Otoño con muy buen tiempo, e invierno por el estilo, sin excusas. 4 meses para ir haciendo base: 24 km/mes de piscina (sin morirme, a ritmo tranquilo), 450 km/mes de bici (con sonrojantes medias de 24 o 25 km/h, la mayoría), y 100 km/mes de carrera a pie (mis amigos los “cacos” y días de rodar 45 o 50 min, no más; y a ritmos de geriátrico, por supuesto).

Desde enero, los entrenamientos entre semana, y/o con mal tiempo, en el rodillo BKOOL, una buena inversión.

Por semanas, comencé entrenando 6-7 h, para terminar haciendo entre 10 y 12 h, siempre incluyendo gimnasio, para tonificar. Lo que decía: asequible, cómodo y a ritmo caribeño-vacilón.

Las sesiones de piscina no solían pasar de los 2.500-2.700 m, la bici 2,5-3 h máximo, y a pie, el límite estaba sobre 1 h.

Ya había comentado con Josué que quería hacer menos piscina, porque, aunque viene bien acumular metros en los meses teóricamente peores climatológicamente, veía que me aburría los años anteriores, y no progresaba significativamente. Como creo que ya escribí en la crónica anterior, se puede decir que he nadado un 25% de metros menos que en 2014, para preparar el doble de distancia el día de la prueba (de 1.900 m en el medio Ironman, a 3.800 m en Vitoria).

Una semana-tipo de estos meses de base pudiera ser:

LUNES: natación 2.000 m (1000 m suave vigilando la técnica - 500 m ritmo medio-500 m más fuerte, sin ir a tope) + 2 circuitos de gimnasio

MARTES: natación 2.500 m (1000 m haciendo 150 crol-50 otro + 300 m pies + 1000 m crol, haciendo 150 suave-50 fuerte + 200 m soltar) + carrera 50 min (20 min rodar + 6x100 m en cuesta, recuperando la bajada + 20 min a 4:40 min/km + 5 min soltar)

MIÉRCOLES: ciclismo 75 min en rodillo, rodando tranquilo, pero tocando un poco desarrollos más duros

JUEVES: carrera 40 min con 6x100 m progresivos + 2 circuitos de gimnasio

VIERNES: natación 2.500 m (600 m variados + 9x200 m/15'', haciendo palas-pull-crol, y progresivo cada bloque de tres + 100 m soltar) + carrera 60 min rodando a 4:50 min/km

SÁBADO: ciclismo 2,5 h en plano suave, acoplado

DOMINGO: ciclismo 2,5 h por carreteras con repechos

Total semana: 12,5 h


MARZO 2016 - JULIO 2016: AY, FLORINDA... ¡ME QUIERO MORIR!

La cosa se va poniendo más seria: 32 km/mes de piscina (ahora metiendo series cortas y largas), 1140 km/mes de bici (por fin van cundiendo los entrenos, y las medias pasan de 27 a 28-30 km/h en cada salida), y 175 km/mes de carrera a pie (rodajes largos, series a ritmos vivos, cambios de ritmo matadores…).

Las horas por semana estuvieron sobre las 16-17 h, en marzo y abril, para ir subiendo hasta las 20-21 h en mayo y junio, aproximándonos al pico de forma para Vitoria en julio, claro está.

En piscina tampoco hubo mucho cambio, apenas aumento de metros, hasta los 3.000 por sesión, con algún que otro día de 3.000 y pico, y un test de 4.000.

La bici… ya era otro cuento bien distinto, con sesiones de entre 2,5-3 h entre semana, y el fin de semana, ¡fiesta! (mejor léase “muerte y destrucción”): tiradas largas las mañanas de los sábados, de 4-5 h, y los domingos algo menos, pero metiendo transiciones a pie, para ir acostumbrando las piernas a la cruda realidad. Las kilometradas de fin de semana pasaron de 100 km/sesión, a 120-150 km cada una, con un test de 180 km, y otro de 200 km, 2 semanas antes de Vitoria. Estos “paseítos” son los que te dan confianza para el día de la carrera… si es que te salen sueltos, que no siempre era el caso, jeje.

En estos meses, apenas utilicé el rodillo, porque es verdad que no me gusta nada mojarme en bici, pero tampoco es posible equiparar 100 km pedaleando en la calle, a 1,5 o 2 horas de rodillo, ni por asomo. Y claro, estando ya en la parte de ir afinando la forma, no había otra que tirar de paciencia y chubasquero.

En mayo tuve un percance, que, por suerte, no me trastocó los planes, y no ocurrió nada, para lo que pudo pasar. Llegando ya a casa en la bici, con 4 horas y pico en las piernas, un coche se cruzó en mi camino, no pude evitar chocar contra él, y salté por los aires. No les debió parecer tan mal el ejercicio a los jueces, cuando me dieron un 9,750…

Bromas aparte, el golpe contra el coche no lo sufrí, porque creo que resbalé sobre el capó y caí directamente al asfalto: un golpe seco en la rodilla derecha, otro en el antebrazo del mismo lado, y el dedo gordo de la mano izquierda con distensión. La rodilla me molestó un par de semanas para correr, y un tirón en la espalda que me duró un mes y “se quejaba” al forzar el ritmo, pero nada que me hiciese bajar el pistón apreciablemente. Desde luego, no me puedo quejar. Sólo de pensar que hubiese tenido que mandar todo a tomar por el saco, a 2 meses de la prueba… bufffffff.

Mi apreciada BH G5 sufrió más que yo, y partí el cuadro al golpear contra el coche, aparte del casco contra el asfalto. Mi entrenador Josué me facilitó la “bicicleta de sustitución”, jeje, con la que pude seguir entrenando ese mes de mayo, hasta que mi amigo Marcos Bardón me entregó la cabra de contrarreloj CANNONDALE SLICE. Lo malo de la bici de Josué, que me quedaba algo pequeña, e iba arrugado como un acordeón, nunca tuve las rodillas tan brillantes, lo juro (de rozar con los codos).

Ya casi en junio, probé la cabra, y ¡oh, sorpresa! Me sentí cómodo en ella desde el primer momento. Reconozco que arriesgué un poco al dejar nada más que un mes y medio para entrenar con ella y hacerme a las nuevas sensaciones, pero pensé (y acerté), que podría ser suficiente, ya que me quedaban muchas horas y kilómetros aún para llegar a Vitoria.

A pie, pues más de lo mismo, un día de series, otro de rodaje suave, y una tirada larga, a veces en transición, después de la bici, y de 1,5 h máximo. A modo de test, un día de 30 km, probando ritmos, alimentación e hidratación.

Semana-tipo de carga:

LUNES: ciclismo 2,5 h acoplado en llano tranquilo

MARTES: carrera 80 min (20 min calentar + 2x100 m progresivos + 3x4.000 m recuperando 3 min, a ritmo de 3:45-3:50 min/km + 15 min soltar) + natación 2.000 m continuo soltando

MIÉRCOLES: natación 3.000 m (1.000 m crol + 1.000 m, 150 m crol – 50 m pies + 1.000 m, 50 m fuerte, 150 m suave) + carrera 50 min suave

JUEVES: ciclismo 3 h (1 h suave + 1,5 h acoplado a ritmo medio-alto + 30 min suave)

VIERNES: natación 3.000 m (1000 m haciendo 75 m crol-25 m otro + 1.000 m haciendo 50 m técnica-50 m crol + 300 m crol + 300 m palas + 400 m crol) + carrera 35 min suave con 6x100 m progresivos

SÁBADO: ciclismo 3,5 h tranquilo + carrera en transición 80 min tranquilo

DOMINGO: ciclismo 180 km acoplado lo que se pueda a ritmo normal, probando comida y bebida del Ironman

Total semana: 20,5 h

Encajar todo esto con la familia y el trabajo, implica levantarse algún día a las 6:30 de la mañana a correr, o a estar para cuando abran la piscina a las 7, entrenar en ayunas, volver a casa, desayunar, y a trabajar. A veces, entrenar a mediodía justo antes de comer, y otras (algunas veces natación o carrera, pero siempre la bici, que es la que lleva más tiempo, con diferencia), por la tarde, después de trabajar.

Doblar sesiones también es habitual, si no, no cuadran las cuentas, es imposible. Y el fin de semana, las mañanas del sábado y del domingo, están comprometidas para las salidas largas de bici, con alguna transición a pie.

Total, me presentaba en Vitoria con un total de 226 km de natación, 6.448 km de bici, y 1.121 km de carrera a pie.

Como he leído alguna vez, "la distancia entre el querer y el poder se acorta con el entrenamiento". Qué gran verdad.



¿QUÉ SE COME PARA PREPARAR UN IRONMAN?

Pues muy sencillo: de todo. En 2013 seguí los consejos de la gran nutricionista Clara Sánchez, y aprendí a comer mejor, variado y distribuido en 5 comidas al día, bebiendo bastante líquido. Es fácil.

Nunca me he querido complicar la vida demasiado con la comida, así que mi dieta ha sido la habitual de cualquier hogar español: lentejas, arroz, yogur, queso (muuuuuuuucho queso), ternera, pan, macarrones, pizza, brócoli, pollo, ensalada, salmón, etc., etc. Sin privarme de casi nada, y comiendo a media mañana y media tarde dos piezas de fruta o un sándwich de pavo y queso.

No he bebido el agua que hubiese sido deseable, pero lo he intentado suplir con litros de cerveza Radler e isotónico del MERCADONA. Del resto de vicios, tales como chocolate, gominolas o helados, cuando apetecía, pero no todos los días, evidentemente.

Para el desayuno, siempre lo mismo, pero porque me resulta cómodo y me encanta: tazón de leche desnatada con 6 galletas tipo Digestive y muesli, un zumo de dos naranjas y un Actimel.

Para las salidas de bici, que son las que exigen más alimento “extra”, he ido a lo económico, no está la cosa como para invertir en barritas energéticas de a euro la pieza durante todo un año… me han acompañado barritas de cereales de supermercado, pan de leche relleno con crema de cacao, o croissants rellenos de chocolate. Como bebida, la ponchera con POWERADE, ISOSTAR, isotónico del súper, y a veces, agua de las fuentes.

Y al regreso de los entrenos largos de bici, he recuperado comiendo a lo práctico: arroz con atún, parrillada de verduras o fabada, y yogur o helado de postre. Siempre regado con cerveza Radler. Como decía, práctico.

En resumen, aunque en estos meses he adelgazado casi 12 kg, sigo gordinflas, no estoy para nada
definido, aparte que mi organismo no es de los de marcar tableta. Pero el porcentaje de grasa, aunque no lo controlo, no es el más deseable, eso está claro. Estoy satisfecho con rondar los 71-72 kg, voy moderadamente ligero corriendo y en bici, y no salgo resultón en las fotos. Es lo que hay.

Tema importantísimo, la suplementación: justo antes de desayunar, tomo una pastilla de Multicentrum (vitaminas) y otra de Tardyferon (hierro). Antes de entrenar, una cucharada de glutamina en polvo, y otra de BCAA (aminoácidos ramificados) al terminar, primordial para regenerar músculo. Me ha ido de maravilla, tras palizas de todo tipo, al día siguiente estás como nuevo, o casi.

En cuanto al día de la prueba, opté por productos de la marca que iba a encontrar en Vitoria: INFISPORT. No son baratos, pero funcionan. Para beber, ND3 en polvo. Para comida sólida, barritas de ND3 y Energy Bar. Y pastillas de sales cada hora.

Tuve que hacer de alquimista el día antes de salir para Vitoria, y preparar unos paquetitos con la comida para tomar en bici. La bebida, no tuve más remedio que meterla en botecitos de plástico pegados al cuadro, y mezclarlos con agua que proporcionaba la organización.

Mis cálculos eran, atendiendo al contenido en carbohidratos de las barritas y bebida que iba a tomar:




0 min: ¼ Energy Bar + 100 ml agua = 6,6 gr HC
7 min: 100 ml ND3 = 11,3 gr HC
15 min: ¼ barrita ND3 + 100 ml agua = 8,2 gr HC


Dicho de otro modo, cada barrita partirla en 4 trozos, y tomar uno cada 15 minutos, junto con un trago de agua, y entre medias, trago de ND3. De esta forma, iba a rondar un aporte de carbohidratos de unos 75 gr/h, sin contar con los trozos de plátano que también había en los avituallamientos, y de los que no perdoné ni uno.

A partir de la primera hora y media, una pastilla de sales cada hora, y a rezar. Rezar mucho.

Para la maratón, con un puesto de avituallamiento cada 2,5 km, pensé tomar un gel con agua en uno, y POWERADE en el siguiente, así hasta el final, sin olvidar la pastilla de sales por hora. El cálculo aproximado para la carrera era de unos 70 gr/h de carbohidratos.

En lo que respecta a los días previos, del lunes a miércoles anterior a la carrera (domingo), intentar reducir la ingesta de carbohidratos, para realizar una carga del jueves al sábado, que hice comiendo regularmente, más un suplemento de 150 g de maltodextrina en polvo diluida en 1,5 litros de agua, bebida a sorbos a lo largo del día.

La verdad es que llegué a Vitoria con sensación de ir hinchado. Tanta alfalfa, es lo que tiene, que el burro engorda. Pero es que sólo hay 2 fulanos a los que no soporto de ninguna manera: Ramoncín y El Tío del Mazo. El primero, sabía que no iba a aparecer el día de la carrera, pero no estaba tan seguro de las intenciones del segundo…


SENSACIONES PREVIAS A LA CARRERA

Me hubiese encantado decir que me encontraba de maravilla, pero tampoco fue así. Entrenando, había bastantes días en los que era una especie de entrenamiento en fatiga, sobre todo al final de la semana, aunque Josué me decía que era normal.

No estaba arrastrándome de cansancio, es la verdad, pero tampoco me veía especialmente suelto. Es complicado de explicar. En cualquier caso, el día que hay que estar bien es en el que toca competir, y a eso me aferraba: la mezcla de meses de entrenamiento, con descanso, carga de carbohidratos y la adrenalina.

Otro aspecto importante: el entrenamiento mental. He sido cabezón como yo solo, y de los 101 entrenamientos de bici que he tenido hasta Vitoria, he salido acompañado, que yo recuerde, 4 o 5 veces, y ni una más.

Corriendo, y sobre todo, nadando, tampoco es difícil entrenar solo, porque llegas a casa cuando puedes, a las horas que tocan, con lo cual no es tan fácil quedar con nadie. Y en la bici, como digo, nunca faltan voluntarios para ir en grupeta, sobre todo los fines de semana, pero no he querido ir acompañado.

Alguno, sobre todo los ciclistas, se reirá al leer esto, pero… coño, qué ingrato es salir de casa un sábado de abril, a las 8 de la mañana, montarte en la bici, y estar empapado a los 300 m, cuando te faltan aún 4 horas de darle a los pedales, y la cabeza te pide, cada media hora (por ser generoso), darte la vuelta, meterte a la ducha calentita, y repetirte a ti mismo delante del espejo (desnudo, o no, es opcional): “¡eres gilipollas!”.

Pero es que 180 km son muchos, en soledad, como para no entrenarlos tú, contigo mismo, contra el aburrimiento, la lluvia, el cansancio, la sed, el viento, los pinchazos… Y reconozco que, a excepción de los días de mojaduras, el resto han sido medianamente llevaderos.

Más cosas. Te conviertes en experto en meteorología, te aprendes de memoria el parte horario de las zonas que frecuentas en bici, y optas por una u otra, según por dónde veas que va a llover más, o pegar más fuerte el viento. En ocasiones, te va a dar lo mismo, estarás más solo que Gary Cooper, y te va a atizar el temporal hasta en el cielo de la boca.

Te conoces las fuentes de aquí a 100 km. Sales de casa con un par de poncheras, pero no duran eternamente, y no digamos nada en días calurosos, así que te va a tocar reponer agua, sí o también.

Por último, te sabes el kilometraje de las rutas ciclistas que te rodean, y las vas encajando según la dureza y el horario que tengas en el menú del día. Ni que decir tiene, que yo me he pasado 8 meses yendo y viniendo por Cabuérniga, y algo menos, por Renedo y la zona de Selaya.

No me he tenido que meter mucho puerto, para preparar Vitoria, así que tuve que ingeniármelas para sacar rutas de 150 km, preferiblemente llanas (algo imposible en Cantabria), y sin tener que dar 5 vueltas a un mismo circuito y volverme loco del todo.


EL PORQUÉ DE CORRER UN IRONMAN, PRECISAMENTE, EN VITORIA

Porque yo no engaño. No me van los circuitos duros, ni me gustan demasiado. Vitoria es de perfil ciclista más bien rodador, la natación es en un pantano, y la maratón es por la ciudad, totalmente plana.

La inscripción es económica, puesto que teniendo en cuenta que una carrera de la franquicia Ironman o Challenge, supone unos 500 EUR… pues 270 EUR (más 30 EUR de seguro de cancelación), es algo más que asumible.

Por descontado, está muy cerca de Cantabria, a unas 2 horas de coche, con lo cual, la logística propia de ir, llevar el material, alojarse, y para los acompañantes/animadores, es mucho más sencilla.

Finalmente, tengo a varios amigos que han competido en este triatlón, y hablan maravillas, acerca de la buena organización y del ánimo de los vitorianos, que se agradece mucho.

Siendo totalmente realista, me gustaba la idea de intentar, al menos, coquetear con la sensación de poder bajar de 10 horas, que ya es correr. Yo, que lo más que he hecho en esta vida, ha sido quedar 4º en el concurso de Miss Villasevil, o dicho de otro modo, que soy un flete del montón. No me engaño, simplemente veo la posibilidad de poder estar cerca de conseguirlo, así que, ¿por qué no probar?.


EL DÍA ANTES... Y ESA MISMA DESEADA (Y TEMIDA) MAÑANA


Al lío. De mi equipo Triatlón Costa Quebrada, íbamos Aitor, Nanduco y Chuspi al medio Ironman (que se hace al tiempo, sobre el mismo circuito), y Lolo, Oli, Alejo y yo, al Ironman.

Cada uno iba, por así decirlo, por libre. Alojamiento por su cuenta, unos acompañados, otros no, pero con la motivación por las nubes. ¡Vaya risas comiendo ese día antes, tirados en un parque! Sin duda, eso es lo que une más a un grupo de amigos: la convivencia.

A mí me acompañaba la mayor sufridora de todos estos meses: mi preciosa novia, Bea. Escogí un hotel rural en Ozaeta, un pueblo pequeño muy tranquilo, a unos 15 km de Vitoria, y por el que se pasaba en el circuito de bici, precisamente.

Salimos el sábado 9 en coche para Vitoria, cogimos dorsal y dejamos el material de la T2 preparado, aparte de comer. Por la tarde, nos acercamos al pantano de Landa, a dejar la bici y el material de la T1. El ambiente en Vitoria estaba bonito, con los expositores de varias marcas del gremio triatlético, pero el del pantano… horrible. Muchísima gente para dejar la bici, y es que, unas 3.000 personas, más los respectivos acompañantes, ocupan una barbaridad, pero salvamos la situación dignamente, jeje.

Pudimos saludar a Sergio Bolado (T. BUELNA-BATHCO) y Miguel Ruiz (T. BUSCADORES), que competían en categoría Élite en el medio Ironman.

Cena en Vitoria en una pizzería, y el estar pasándolo bien, hizo que me fuese a dormir bastante tarde (la 1:30, más o menos), teniendo en cuenta que me iba a levantar a las 5 de la mañana.

Pero bueno, siempre dicen que esa noche tampoco importa mucho el no dormir lo suficiente. De hecho, con el calor que hacía en la habitación, a las 4 ya estaba desayunando tranquilamente y poniéndome las calcomanías con el dorsal en el brazo y pierna izquierdos.

Tenía mis temores, acerca de ir al baño antes de la carrera, y no tener que pasarlo mal o parar durante la misma, pero esa mañana evacué sin problemas.

Dejamos el coche a eso de las 6:30 en el "Hotel Lakua", desde donde un autobús de la organización te llevaba al pantano de Landa, que estaba cerrado al tráfico. Había varios, desde unos cuantos puntos de la ciudad, tanto para los triatletas, como para los acompañantes, la verdad que muy bien preparado.

Un paseo de un kilómetro hasta el pantano, y a ponernos el traje de luces. 3.000 bicis son muchas bicis y mucha gente, así que sólo pude estar con Alejo, de los “míos”, hasta casi la salida, puesto que teníamos las bicis juntas.

Como siempre digo, el día de la carrera es el día de fiesta, y no me pongo nada nervioso. El ambiente es fantástico, los fotógrafos se ponen las botas, captando las expresiones de los participantes embutidos en el neopreno: caras de preocupación, de nerviosismo, de concentración, de bromas…


La salida se retrasó casi una hora, debido a la intensa niebla que había esa mañana en la zona del pantano, pero el tiempo transcurre rápido, y además me encuentro con los otros compañeros “Iron” y echamos unas risas. También puedo encontrar a Bea y a Ana (novia de Lolo y excepcional fotógrafa, bajo el seudónimo de “Parando El Crono”), y comentar brevemente con ellas las inmensas ganas que tenemos de que baje el telón. Después me encuentro con Fer P. Jorrín, que también está en el tumulto de neoprenos, jeje.

Van llamando para la salida a los aproximadamente 2.000 participantes del medio Ironman, pistoletazo y… nos toca a los “mayores”…


LAS 3 "C" DEL IRONMAN: 1º NADAR CON CALMA (3,8 km)

Al final, tomamos la salida 872 participantes, en el Ironman, y me coloqué centrado entre ellos, entre la segunda y tercera fila.

He tenido suerte, hasta este día 10 de julio, porque nunca había llevado tanto golpe en un triatlón, cuando pensé que sería todo lo contrario. Inocentemente, pensé: “en una prueba de 10 u 11 horas, de media, digo yo que no se salga como si se fuese a acabar el mundo…”. Pues me equivoqué.

Aquí no cede nadie, lo tengo claro. Y yo, no iba a ser menos. Intento nadar e ir recto, sin molestar demasiado, más que pegar algún manotazo a los pies del que llevo delante, algo inevitable, entre tanta gente. Pero alguno pega unas hostias curiosas, pensé varias veces que me arrancaban el reloj, o peor aún, las gafas.

¿Cómo es posible que te den golpes de costado, cuando las brazadas se dan al frente?

Los 700 primeros metros, hasta la primera boya de giro (700 m + 500 m + 700 m = 1.900 m, más otra vuelta idéntica), peleando, tragando algo de agua, sin ir lo ligero que hubiese deseado, pero llego vivo. Algo es algo.

A partir de aquí, la muchedumbre se va estirando, y consigo hacer los 3.100 m restantes a pies de unos buenos nadadores: los que te llevan a un ritmo ligeramente superior al que irías solo, pero sin que te obliguen a esforzarte. Es la ventaja de “chupar rueda” en la natación, que vas más descansado.


La primera vuelta de 1.900 m la hago en 32 minutos, contento, aunque he perdido algo en la pelea de los primeros 700 m. Pero todo está bajo control. La segunda vuelta la sigo haciendo igual, y salgo del agua en 1:02. Por mi GPS, he nadado 4.067 m (no tengo constancia de haber alargado la trayectoria, así que, o es error de medición del pulsómetro, o realmente las boyas diferían esos 267 m, aunque me inclino más por lo primero), a un ritmo medio de 1:32 min/100 m, y muy cómodo. Perfecto.

Finalizo la natación el 106º de 872.


LAS 3 "C" DEL IRONMAN: 2º PEDALEAR CON CABEZA (180 km)

Tras una transición de 3 minutos, que se podría haber ajustado más, pero que tampoco me importó demasiado, me subo a la cabra.

Primera grata sorpresa, Juanra (DUATLÓN POLANCO) me anima y me dice que voy muy bien. Jeje, y yo pensando: “y tanto, apenas llevo una hora de castigo, queda lo peor”.

Primera vuelta de 47 km, en la que voy volaaaaaaaaando. Las piernas sueltas, cadencia alta, y la media de 35 km/h sin apenas esfuerzo. Un tramo de unos 300 m al 10%, lo hago a molinillo, y pasando a bastante gente. Qué soltura, hijo mío. Y no me adelanta apenas nadie, buena señal.

El circuito es rápido, con toboganes, y una única zona en la que meter plato pequeño: la presa del propio pantano de Landa. Pero es un tramo de un par de kilómetros, más o menos.

Bufffff, como esto sea así, día glorioso… En un tramito de ida y vuelta hasta el pueblo de Lubiano, el único en el que te vas encontrando de frente con los otros triatletas, veo a Alejo, y le puedo animar. Más adelante, al volver a pasar por Landa, veo a Bea (literal, porque estaba despistada y la tuve que “animar” yo a ella, jaja) y Ana.

Pero empezamos la segunda vuelta, de 72 km. Y nada más pasar por el pueblo donde dormía, Ozaeta, el estómago me empieza a dar la lata, con gases inoportunos. Vigilando no llevar a nadie por detrás (no es cuestión de despeinar al personal), procuro ir expulsando lo que puedo, aunque me duran las molestias un buen rato aún.

Sobre el km 90 de bici me tomo un ibuprofeno, en plan “por lo que pueda pasar”, más que nada.

Cuando giramos en Salvatierra, para encarar hacia Vitoria de nuevo, se levanta viento de cara, algo habitual, pero que siempre me cabrea, es lo que más duro se me hace de la bici. Los toboganes y zonas en las que la carretera pica un poco para arriba, me ralentizan bastante, pero procuro no forzar piernas, acoplarme lo más posible, y seguir concentrado en comer y beber.

Desde que me aparecen las molestias estomacales, me cuesta meter comida al cuerpo, pero, por suerte, al ser ¼ de trozo de barritas, son bocados pequeños, y me resulta fácil obligarme a comer. La bebida entra mejor, porque empieza a hacer mucho calor, aunque la comedia de mezclar los polvos de ND3 con las poncheras de agua, sobre la marcha, con el viento soplando… pues parece que ha estado Maradona de fiesta sobre el cuadro de la bici.

La idea de hacer los paquetes de comida es buena, aunque el film con el que lo envuelvo, me da demasiada guerra y pierdo tiempo al intentar comer (cada 15 minutos), de hecho he debido de comer algún que otro trozo de plástico, al deshacerse las barritas. Gajes del oficio.

Llevé 8 paquetes, pensando en consumir uno por hora, con 2 de reserva, por si perdía alguno, o tenía más hambre. Perdí 2 pastillas de sales por el camino, así que esas 2 de más, me vinieron de cine.

Noto que la media, inevitablemente, va bajando poco a poco, pero no me altero, y sigo concentrado en ir suelto de piernas.

En el tramo de ida y vuelta, vuelvo a cruzarme con Alejo, al que he metido un poco más de tiempo. Pero no logro reconocer a nadie más.

Tercera y última vuelta, con 61 km, casi idéntica a la segunda. Más viento aún, y la cabeza ya diciendo que tiene ganas de tirar la bici y ponerse a correr.

De tanto malabarismo sobre el acople de la cabra, entre despegar barritas y rellenar poncheras, paro el reloj unas cuantas veces, así que me olvido de él, y pregunto a un chico, a falta de unos kilómetros para llegar a Vitoria, cuánto tiempo total lleva. Me responde que 5:25, así que, con esa cifra, pongo de nuevo en marcha el reloj, y voy calculando.

En el famoso tramito de ida y vuelta, no es a Alejo, sino a Oli a quien me cruzo de frente, ¡va de menos a más, el presi!.

Finalmente, llegamos a Vitoria, callejeando un poco hasta la zona de transición, donde el ambiente de la gente animando ¡es impresionante!. Suelto la bici a los voluntarios, y corro por la alfombra, hacia la carpa donde estaban las playeras, calcetines, gorra, gafas y riñonera con geles y pastillas de sales.

Termino el sector de bici en 5:35, a una media de algo más de 32 km/h, que, dadas las circunstancias de calor, viento, peleas con los envoltorios y poncheras y estómago revuelto, estaba más que aceptable, pues tenía las piernas per-fec-tas. ¡Sí se puede!


LAS 3 "C" DEL IRONMAN: 3º CORRER CON COJONES (42,2 km)

Esta transición me lleva más tiempo, algo más de 5 minutos, entre que corres a entrar y salir de la carpa, y me siento a calzarme tranquilamente, no vayamos a liarla y, por querer abreviar, dejar los calcetines con arrugas y tener después ampollas…

Salgo por fin a correr, risueño y saltarín, y con la mente puesta en ir a ritmo controlado de 5 min/km, a ver qué tal iba saliendo la cosa. De hecho, en los primeros kilómetros, tenía que irme frenando, pues me iba a 4:40 como nada, el ritmo habitual con el que he rodado las tiradas largas de los últimos meses… pero Josué me puso el candado, y me aconsejó ir más conservador.

Dicho y hecho, voy bien, tomo la primera pastilla de sales, y… oh, oh… en cuanto tomo el primer gel con agua, el estómago vuelve a revolverse, ¡pero de qué manera! Voy bajando el ritmo, pero porque no me da más la tripa, y no consigo bajar de 5:30 min/km… vaya faena.

Me adelanta al poco Oli, que, piano-piano, va a su ritmo, y se aleja poco a poco. Algo después, es Fer P. Jorrín el que me sobrepasa, y le animo, porque va realmente muy bien. Y tengo que empezar a caminar, estaré por el km 7 u 8 de la maratón, y me empieza a rondar la cabeza la idea de abandonar, por primera vez.

Siempre te dicen, los que llevan varios ironmanes de experiencia, que crisis tenemos todos, y tarde o temprano, aparecen. En ti está el saber gestionarlas y no dejar que los pensamientos negativos pesen más que las ganas de seguir y terminar.

Muy bonito todo, pero yo estaba pasándolas canutas, con un dolor de tripa de aúpa, andando y apretándome el vientre con una mano. Un gran porvenir, cuando te quedan 30 y pico km todavía por delante.

Sin terminar la primera vuelta (10,5 km por cada una), estaba buscando a Bea, para decirle que estaba pensando en tirar la toalla, necesitaba oír su opinión (que después supe que hubiese sido: “ni de coña, después de aguantarte todo este tiempo, ahora vas y lo terminas, ¡o te llevo a rastras!”). Muy comprensiva, mi amor…

Seguí unos metros más, hasta que encontré a Choco (T. VIBIKE), que había hecho el medio Ironman y estaba colaborando en uno de los avituallamientos, y me animó una barbaridad. También los padres y hermanos de Oli, que no vieron mi mejor cara, jaja.

Menos mal que encontré uno de los baños móviles (que, afortunadamente, estaban parados, jeje, no tenía yo el chichi pa’ farolillos), y estuve tranquilamente allí, hasta que, vacío, recuperé el buen estado del estómago y parecía que podía continuar. Perdí 15 o 20 minutos, pero mereció la pena.

En marcha de nuevo, me encuentro pletórico, y comienzo a correr perfectamente, incluso por debajo de 5 min/km, sin problemas. Encuentro a Juanra y a Bea, me animan y les digo que ya estoy perfectamente, así que tiro para adelante, que aún me quedan 20 y tantos kilómetros.

Paso después por la zona en la que están mis amigos del equipo: Juan Espino, Aitor, Nanduco, más las chicas. Y también Gelín Herrera y Miguel, compañeros de trabajo de Alejo. No se sabe lo bien que vienen los ánimos, hasta que uno va tocado.

Aunque… dura poco la alegría, en casa del pobre. Sigo comiendo y bebiendo, pero no parece que lo esté asimilando nada bien. A pesar de beber algo de Coca-Cola para asentar un poco el tema, la hormigonera vuelve a tener retortijones serios, y no me queda más remedio que volver a parar.




Otros 25 minutos tranquilamente, hasta vomitando, vaya faena. En el mismo día, no sólo rodando un episodio de Juego de Tronos, sino una temporada entera. Conjuntamente con otros tantos de The Walking Dead. Las cartas que habían repartido fueron esas, y con esas se tuvo que jugar.

Ahora, con el tiempo, creo que mi problema fue que tuve un consumo excesivo de sales. Tanto miedo a estar bajo de ellas, y a sufrir calambres, que tuve algo así como una sobredosis, y una de las respuestas del cuerpo es… gases, diarrea y vómitos. Eso sí, ¡calambres, ni uno! Jaja. Me recuerda mucho al chiste ese que dice:


- Cariño, perdóname, te di las pastillas para los nervios en lugar de las de la diarrea, ¿cómo estás?
- Bien mi amor, todo cagado, pero tranquilo

Kilómetro 25 de la maratón. 17 km restan todavía, y aunque con el estómago vacío, las piernas y el motor están perfectos. Así que decido tirar de cabeza, y, como dice mi amigo y compañero Juan Espino, en "modo Homer". Llego a un avituallamiento, bebo un par de vasos de Aquarius, camino 5 minutos, y vuelvo a correr suave hasta el siguiente avituallamiento.

La idea es, ya que tengo que hacer un par de horas aún hasta la meta, intentar no forzar en absoluto, para no sufrir un bajón y tener que ir a 4 patas, muerto del todo. La rodilla derecha me empieza a doler un poco, así que me tomo otro ibuprofeno, para aguantar mejor.

Así, al tran-tran, consigo avanzar. Habrá alguno al que he adelantado como 7 u 8 veces, mientras corría suave, a 5:15 o 5:20 min/km, y que me volvían a adelantar cuando paraba a beber y caminar un poco… de auténtico chiste.

Cada vuelta supone un subidón, cuando me encuentro con mi novia y amigos, más la gente de Vitoria, que lee tu nombre en el dorsal y te anima como si te conociese de siempre. Y voy llegando, voy llegando, voy llegando… incluso disfrutando, en la medida que puedo.

Por fin, me acerco a la zona de meta, y justo antes de girar al arco del final, Bea sale entre el público, nos besamos, y entro a terminar el suplicio, tras 11 horas y media desde que salté al agua del pantano de Landa.

Finalizo la maratón en 4:43, a tomar por saco de lo esperado, that’s life. El parcial 541º de todos los sufridores.





EL POST-COMPETICIÓN

En los puestos de comida y bebida nada más cruzar meta, está mi compañero Oli, que ha terminado algo antes que yo, ¡qué duro es el tío!

Puedo, por fin, estar un rato con mi novia, charlando tranquilo. Es curioso, estoy cansado, pero no muerto. Parece que tantas horas no han bastado para agotarme.

Nos sentamos Oli y yo tranquilamente en una mesa, me bebo una Radler de cañero, cortesía de la organización, jeje, e intento comer un sándwich de jamón y queso, pero… tengo un tapón que no me deja apenas comer nada, sólo líquido. Bueno, tendrá que ser así.

Y en ese instante, ocurre algo que nunca olvidaré. Por encima de mis propios sentimientos, mi cansancio, mis amigos y novia compartiendo todo esto, una imagen centra toda mi atención: entra un señor a meta, con la medalla de finisher en el cuello, caminando despacio, a la vez que se le van escapando lentamente unas lágrimas.

No puedo evitar decirle: “ha costado, ¿eh?, ¡pues enhorabuena, que lo tenemos hecho!”, me mira, rompe a llorar como un niño y me abraza. ¿Quién sabe qué emociones le estaban pasando por la cabeza en ese momento? ¿qué historia tendría detrás? No sé su nombre, ni recuerdo su dorsal, qué más da. Podría decir que ese fue EL MOMENTO. La esencia de este deporte, en general, y del Ironman, en particular, concentrados en escasos segundos.

Del resto de mis compañeros, no supe nada hasta horas después. Tenía ganas de ir a ducharme al hotel, y aún me quedaba, tranquilamente, una hora de viaje, entre recoger todo el material de nadar y la bici, llegar a mi coche (que estaba en las afueras de Vitoria, tuvimos que coger un taxi), y desplazarme hasta Ozaeta.

Pues bien. Todos terminamos: Nanduco, Aitor y Chuspi el medio Ironman, y los 4 jinetes el Ironman. Se rumorea que Alejo se estuvo guardando para las vacaciones que se iba a pegar en Ibiza, que justo empezaban el día después, jaja.

Ya en el hotel, después de tantas calorías invertidas en la carrera (unas 10.900, según mi pulsómetro), lo único que consigo tragar es agua, una tortilla de jamón y un yogur natural. Independientemente de la necesaria ducha, seguiré visitando el baño a intervalos regulares, durante esa noche.

El día después, ya empiezo a estar como nuevo, y el desayuno lo devoro sin contemplaciones. Un paseo por Vitoria con Bea, con alguna agujeta en los cuádriceps, pero nada serio. Volviendo a recorrer físicamente algunas de las calles que tanto me hicieron odiar y amar esa ciudad el día antes.

Y para casa, ese día, que me tomé de vacaciones. Pero el martes… vuelta al trabajo. Y temeroso, porque, con semejantes palizas, las agujetas malas no son las del día siguiente, ¡qué va!, son las que aparecen a los 2 días.

Pero no. Sin mucha diferencia al lunes, pasé el martes sin más historias; y el miércoles, ya, como si nada. Nunca lo hubiese dicho, pero me hace pensar en dos cosas: o estaba infinitamente entrenado y/o preparado para tanto esfuerzo (que así lo creo, en parte), o la maratón la hice muy lenta y cómoda, que no entraba en mis planes, por lo que no castigué en exceso las piernas (también es evidente que sí).


ANÁLISIS POST-MORTEM DESDE LA TRANQUILIDAD DEL SOFÁ

He conseguido terminar lo que me había propuesto; digamos que estoy satisfecho, aunque no contento, porque tenía mucho más que dar y no pude. Quedé en el puesto 370º de 872 que tomamos la salida, qué pena no haber aguantado sin las malditas molestias… pero podría haber sido peor: ser uno de esos tíos que salen de casa en mocasines de colores, ¡y a juego con el pantalón! El caso es que parecen personas normales, y todo… ver para creer.

Mientras entrenaba estos meses, durante la parte buena de la carrera, en los momentos malos de la misma, descansando en el hotel cuando terminé, pasados unos días, y escribiendo ahora estas líneas, digo lo mismo. No vuelvo a preparar un Ironman, porque, sinceramente, a mí no me compensa.

Ya han pasado unas semanas, la cosa se ha enfriado bastante, y no cambio de idea. Al menos, no entrenando todo lo que he tenido que hacer este tiempo: los 7 días de la semana, excepto cuando no pude algún día por lo que fuese, y los escasos que tuve de descanso programado por el entrenador.

Calculo, que, en 8 meses, no hayan pasado de 10 o 12, de reposo TOTAL. Se hace pesado, bastante.

Me ha encantado estar en una prueba con semejante ambiente: 3.000 participantes. Se respira triatlón. Pero creo que esas sensaciones las obtengo con un medio Ironman, y no me exige tanto.

Valoro, respeto y admiro, por supuesto, al que colecciona pruebas de larga distancia, pero resulta antieconómico (inscripción, desplazamientos, alojamientos y gastos varios, ninguno barato, generalmente), la relación con la familia se resiente, y yo aún tengo ganas de esforzarme y exigirme algo más que competir para simplemente poder terminar. Lo siento, pero es lo que pienso. Si entreno, dentro de las horas que pueda y de mis propias limitaciones físicas, que soy realista, lo voy a hacer a tope.

Casi se me olvida, me llevo un tatuaje por toda la espalda como recuerdo de este Ironman (¡¡¡ouch!!!).

Me encanta la media distancia, no tanto la larga distancia. Tranquilos, que del deporte también se sale…

Agradezco mucho los ánimos, consejos, ayudas, tiempo y esfuerzos dedicados por:

- mis conocidos de los entrenamientos o simplemente de la calle
- mis compañeros del equipo Triatlón Costa Quebrada en la distancia
- Aitor Roiz (por su apoyo en materia mecánica y en la pegajosa maratón)
- Alfonso Calonge (teníamos previsto estrenarnos juntos en larga distancia, no ha podido ser, aunque estuvo en mi cabeza en Vitoria conmigo)
- Juan Espino (por animar en cada laaaaaarga vuelta en la maratón)
- Ana “Parando el Crono” (compañera de Lolo Ramos, que hizo el Ironman conmigo, saca unas fotos acojonantes, y tiene paciencia infinita): "PARANDO EL CRONO" EN FACEBOOK
- Juanra González (2 veces finisher en Vitoria, y que fue a animarnos y levantarnos la moral, cuando más falta hacía)
- Imanol Mújika y Jorge Morales (increíbles y desinteresados fotógrafos, que aguantan en las cunetas horas y horas, para sacarnos fotos a unos “don nadies”; bueno, lo de Jorge no es tan desinteresado, funciona a base de platazos de alubias, jaja): "MUJIKA" EN FACEBOOK y JORGE MORALES ("CABARRAL" U "ONA ONARI") EN FACEBOOK
- Juan Ramón Castillo “Choco” (por apoyar en el punto de avituallamiento, cada vez que pasaba arrastrándome por allí)
- Clara Sánchez (nutricionista, que me asesoró hace tiempo, y aún sigo esos consejos para aprender a comer más equilibrado, y controlar los excesos; otra cosa es que lo consiga, jeje): BLOG DE CLARA
- Marcos Bardón (por sus consejos y su valioso material)
- Gelín Herrera y Miguel (compañeros de profesión de Alejo y que también me animaron a tope)
- Luis López (excompañero del equipo, por los ánimos antes y después, así como por preocuparse en la época en que sufrí el accidente de bici y las semanas posteriores)
- la familia de mi compañero Oli (más de lo mismo, siempre con buenas palabras para salir de los baches, que fueron muchos, jaja)
- Pedro L. Gutiérrez (buen amigo, otro valiente que terminó esta prueba el año pasado, y me ayudó mucho con sus consejos)
- mi entrenador Josué Castillo (consigue que, incluso un percherón acabado como yo, a veces pueda pasar por un pura sangre)
- y, por encima de todo, a mi novia Bea (madre y compañera leal y sufrida; la mitad de este duro Ironman, es de ella, porque ha hecho muchos-muchos-muchos sacrificios, para que yo haya podido entrenar todo este tiempo).

¡Gracias a todos!

Entrena como si fueses a ganar…

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