El pasado domingo 27 de abril se
disputaba el II Trail Peña Cabarga, con un cambio en cuanto a modalidades: un
trail “gordo”, de 32 km, y uno de promoción, más light, de 23 km, el mismo que
hacían también los participantes de la marcha caminando. En total, 700 madrugadores deportistas.
Como soy consciente de mis
limitaciones físicas en estos terrenos, obviamente me inscribí en la prueba de
23 km. Sigo (y creo que seguiré) sin entrenar montaña, porque no lo veo al 100%
compatible con el triatlón-duatlón, sino como un divertimento, un mancharse de barro
y un cambio de la rutina de nadar-bici-correr, sin más.
Soy terco, y si no tengo una
prueba importante, me gusta salir la noche antes, lo he hecho siempre, y
mientras el cuerpo aguante, así seguiré. Evidentemente, no salgo a lo “español”,
o sea, nada de alcohol, que ya sería… no sé lo que sería, sinceramente.
Simplemente, que no descanso lo que sería recomendable, es posible, pero tengo
comprobado que rindo perfectamente al día siguiente, y además, con la mente
despreocupada por haber estado pasando un buen rato con los amigos. Aunque se
me fue un poco de las manos, y me fui a dormir a las 5:30…
Entrenar duro es lo que tiene,
que el cuerpo está adaptado a un trabajo de meses, no a quejarse por una noche
de sábado. Y, si no, pongo como ejemplo el madrugón que me pegué para hacer el
Medio Ironman de Menorca, cuya salida era a las 7:30 de la mañana, y yo me
levanté a las 4:30, entre levántate, desayuna y desplázate a la salida en
coche. Y, siendo mi prueba estrella de 2013, como era, no dormí más de 4 horas
la noche antes. Y ya no digo nada los que hacen un Ironman, por ejemplo. En
fin, creo que queda suficientemente claro.
Despertador
a las 7:30. Me disfrazo, con la duda de si pasaré frío o no, y finalmente
decido llevar mallas cortas de compresión y camiseta también con el mismo
sistema, colocando encima malla larga de correr, normal (como todos las que
tengo), y camiseta de manga corta, haciendo publicidad al negocio del padre de
mis amigas, las hermanas Fuentes (CLÍNICA DENTAL VIDAL FUENTES). Una chaqueta en la mochila, por si la cosa se ponía fea a la hora de
tomar la salida, y suficiente. Las zapatillas SALOMON XT WINGS 2, con
calcetines INJINJI y medias gordas de lana encima, ya que me calzan un pelo
amplias.
Desayuno las galletas y cereales
de tooooodos los días, a eso de las 8, y para Solares. El tiempo no es muy
frío, unos 11-12 ºC, pero es temprano aún, y la previsión no daba mal tiempo,
así que, decido salir en manga corta, con un par. Me encuentro con el grupo de
amigos/as que iban a participar en la ruta caminando, y ya, bajo el arco de
salida, con mi amigo Calon y Julio, de ESTELA PILATES. La idea era salir muy
suave, e ir aumentando el ritmo progresivamente. Mis dos compañeros de carrera
me animan a acompañarles, al igual que hicimos en el Trail Costa Quebrada, pero
no me veía con fuerzas, y menos aún con la estomagada que llevaba, de haber
desayunado menos de una hora antes.
Enciendo el MP3, dan la salida, y salgo al ritmo previsto, tocando el violín, prácticamente. Como es lo habitual, ocurre de todo, gente que te pasan como tiros (a los que luego adelantas 7 km más adelante, y van jadeando, c’est la vie) y otros que van a trote cochinero. Calon y Julio van a un ritmo algo más vivo que yo, y los voy perdiendo poco a poco, pero sigo a lo mío, que esto es muy largo.
Pasan los primeros kilómetros,
pisamos ya algo de tierra y barro, y sin novedad, pero con el estómago aún
dando la lata. Con las primeras rampas ya se ve que se va haciendo algo más de
selección de gente, y eso que no vamos (por lo menos, yo) fuerte, precisamente.
Y así llegamos al primer avituallamiento, en el km 9, más o menos.
En este momento, veo que Calon y
Julio acaban de tirar sus vasos de isotónico a la basura, me bebo yo el mío,
los alcanzo y les comento que a ver si me sienta un poco el estómago y puedo
aumentar el ritmo. Dicho y hecho, sigo detrás de ellos unos 3 km, por zonas de
subida, en las que ya se tiene que ir andando, en ocasiones.
Algún otro tramo más rápido,
llano, pero en el que hay que ir muy atento, porque está lleno de raíces y piedras,
que parece que están puestas a idea para darte un tropezón, y lo salvamos sin
problemas. Así llegamos al segundo avituallamiento, en el km 12, calculo yo, y
en la vertiente norte de Peña Cabarga.
Y me doy
cuenta de que ya voy genial del estómago, incluso con ganas de meter algo
sólido, de modo que bebo otro vaso de isotónico, y me como dos o tres trozos de
barritas de cereales y algo de chocolate (el vicio es el vicio). También se
comienza en este momento una zona bastante rápida de toboganes, y justo antes
les digo a Calon y Julio que tiro para adelante, a intentar (ahora sí) correr
de verdad.
Qué más quiere el ciego que ver.
Canciones de heavy metal, Johnny Cash y Gary Moore en el MP3… y dos corredores
a tiro. ¡A por ellos!
Pim-pam-pim-pam. A ambos los veo a unos 200-300 m,
aunque es engañosa esta referencia visual, debido al terreno tan complicado que
estamos atravesando. De todos modos, aprieto, y llegamos a uno de los rampones
de la carrera, un tramo de unos 800 m, que hay que subir andando y apoyando las
manos en los cuádriceps, para hacer un poco más de fuerza y seguir subiendo a
buen ritmo. Llegamos al final, y otro tramo con vegetación y rocas, en el que
no se puede ir muy rápido, y sigo con la vista puesta en uno de los que llevo
justo delante, y, al mismo tiempo, compruebo que no llevo a nadie por detrás.
Y en ese momento, la parte que
necesita de algo de pericia como escalador (no es para tanto), las faldas justo
anteriores a la cima de Peña Cabarga, un tramo boscoso, rocoso y resbaladizo,
pero que paso rapidísimo. Hombre, ahora estoy en 72 kg, aún bajaré algo de peso
en pleno verano (no, de nariz, no, ¡tranquilos todos!), pero voy muy
ligero. Llegamos a cruzar la carretera de acceso a la cima, con un montón de gente,
me animo al ver el ambiente y a algunos conocidos, adelanto al corredor que
llevaba delante hasta este momento y, de un salto y agarrándome como puedo,
libro el otro tramo complicadillo.
Ahora sí que noto que he hecho
esfuerzo intenso en los últimos 2 minutos, porque sigo hasta la cima, ahora por prado, apoyando las manos en las piernas y sin fuerzas para mucho más,
momentáneamente. No puedo correr, por la fuerte pendiente, y por el castigo que
me he dado, pero enseguida cojo aire, y en nada corono. Aquí sí que noto algo
el viento frío, aunque por suerte no lo he pasado mal en ningún momento, yendo
con camiseta corta. Paro en el avituallamiento, como y bebo otra vez (lo mismo
siempre, barritas de cereales y chocolate), y para abajo como un cohete.
Del corredor que acabo de
adelantar, no vuelvo a saber más, y aunque estoy apretando en la bajada,
aún a riesgo de torcerme un tobillo o de machacar las piernas en exceso, no
consigo visualizar al otro objetivo, pero sigo fuerte, sin bajar el ritmo. Pim-pam-pim-pam. Atravieso otro tramo de bosque, sobre el km 16, y, por fin, en una bajada muy
recta, le veo, más o menos como al principio, unos 200 más adelante. El
problema es que estamos en este momento por un tramo descendente fuerte, pero muy
lleno de rocas picudas y con poco espacio entre ellas, incómodo, así que me da
la impresión de no avanzar, pero bastante tengo con no caerme y seguir
controlando a mi presa.
Es en este momento, cuando siento una sensación curiosa, nueva para mí: la soledad. Sí, es cierto, somos 700 personas, si bien los que salían caminando lo habían hecho a la vez que los corredores, y el recorrido era el mismo que hacía yo, por lo que no los volvería a ver hasta la meta. Del mismo modo, los que hacían el trail de 32 km, hace unos kilómetros que se han desviado del camino común que hacíamos todos, en un principio, para dar más vuelta y sumar la distancia de más, como es normal. Pero con todo y con eso, no me hacía a la idea de la situación. No tenía ni idea de si tenía por delante a 200 personas o no, sólo tenía al incómodo amigo de viaje a un minuto escaso por delante, pero sin noticias del resto del mundo.
En fin. Fantástica sensación, la de la soledad en una carrera. Árboles, barro, sudor, piernas empezando a quejarse... y tú solo contra todo.
Km 17, otro tramo de subida, pero
ahora ya veo al corredor siguiente a escasos 50 m, dale, dale, dale, km 18 y
justo entonces, ¡oh, milagro!, una especie de camino ancho, prácticamente llano,
y con mucha hierba y poca roca. Me lanzo a por el otro chico, que veo que es
más de seguir un mismo ritmo, porque le adelanto sin apenas esfuerzo, voy muy
entero, y las piernas responden, ya que el terreno no tiene nada que ver con lo
que me ha estado machacando hasta ahora. Miro el reloj, voy a 3:55-4:00 min/km,
y genial. Qué mamones los de la organización, saben que soy de llano, y no ponen más que unos pocos metros así...
Así llego al último
avituallamiento, casi en el km 20. Otro trago rápido, y de vuelta a otra bajada pestosa, echo un vistazo al embalse de Heras, a mi izquierda y pienso
“qué bonito… sí, sí, ¡pero no te estés y sigue!”. Hombre, qué sorpresa, otro corredor que
veo a tiro, y parece que va bastante lento, a por él.
Le alcanzo con facilidad, ahora
sí que no reservo nada, para 2 o 3 km que quedan, pero justo entonces me alcanza a
mí el chico que había adelantado en el tramo llano. Está claro, baja algo mejor
que yo, pero nada más, en cuanto pasemos la bajada complicada, le doy el matarile. Así que, nos metemos a la parte que más miedo me daba a
mí, la bajada fuerte final que pensaba que iba a estar embarrada, pero nada de
eso, sino que hay una especie de pista que ha abierto una excavadora, con la
tierra suelta, que agarra y frena de maravilla.
No dejo irse más de 10 m al
“pesado” que me estaba dando tanta guerra, y en cuanto enlazamos con el tramo
más llano otra vez, le vuelvo a pasar como un tiro, otro tramo de tierra y
cuesta sencillo, pero ya conocido, porque la carrera la habíamos empezado por
ahí (era el tramo común de entrada y salida a Solares), y no me preocupo más
de quién viene por detrás, porque está, sea quien sea, suficientemente lejos. Piso la nacional, bajada a
Solares, giro a la derecha y meta en 2:28:54, para casi 23,5 km.
Junto al avituallamiento de meta,
me fijo que hay unas 6 u 8 camillas de masajes, ocupadas por corredores, más
otros pocos “embarrados” por allí, y no me cuadra. Hasta que veo en la clasificación
que he llegado el 12 de 80 que terminamos. Mira tú qué gracia. Claro, los
buenos-buenos están corriendo el trail de 32 km, ya me extrañaba a mí.
Al cabo de unos pocos minutos
llega mi amigo Calon, pero no Julio. Al parecer, se torció un tobillo y no pudo
continuar, lógicamente. Aprovecho para tirar con bala a los voluntarios de
PROTECCIÓN CIVIL, o, al menos, a los que se ocuparon de auxiliar a mi amigo y
llevarlo a Solares, porque, no nos engañemos, no es normal decirle “claro, a
quién se le ocurre ponerse a correr por aquí”. No, no es normal. Como él, 700
personas más, haciendo una actividad, que, por favor, no es ningún deporte de
riesgo. Claro, a quién se le ocurre salir en bicicleta, si le pueden
atropellar. Claro, a quién se le ocurre comer, si se puede ahogar atragantado.
En fin. Antes muerto, que perder la vida, como decía el otro.
Por primera vez en mi vida me di
un masaje tras la carrera, y metí las piernas en agua fría, que nos puso la
organización, que se ha portado maravillosamente, todo hay que decirlo. El club OZONO y la tienda de material deportivo y patrocinador de las Trail Series de
Cantabria YANIRO, ¡vaya buenos saraos que montan!.
Tocó esperar a los marchantes,
pero aprovechamos para saludar a muchos conocidos: Lavín e Isra Lastra (OZONO),
Manolo Ramos (TRIATLÓN ASTILLERO, vaya fenómeno), mi compañera juez de triatlón
Carmen Arce, etc. Después, un homenaje de pizza (sí, como si no hubiera mañana), y a descansar. En definitiva,
otra buena experiencia con esta carrera, que espero repetir en 2015.
Entreno de calidad diferente, 23 km al cesto... y casi 1000 m de desnivel positivo, para estar un par de días bajando escaleras como:
PD. Las fotografías serias, por cortesía del Club Alpino Sámano, gracias.